Comenta: Pepe
Decía nuestro compañero
comentarista Rubén en su anterior comentario, a propósito de El vientre del
arquitecto, que una película que empieza con un polvo le echa para atrás por
considerarlo un recurso fácil para atrapar al espectador. Cierto es que el sexo
vende y que todos, en mayor o menor medida, nos dejamos engatusar y compramos.
Leyéndole entonces, sin embargo, pensé en el polvo que abre la peli que hoy nos
ocupa. Una escena soberbia que nos prepara para una historia sórdida y negra,
muy negra, pero a la vez tremendamente atractiva, en la que las más bajas
pasiones mueven el mundo de los personajes: El poder, el dinero, las
adicciones, el sexo,... Todo eso está en esa primera escena, en ese primer
polvo y la conversación del “cigarrito de después” entre Philip Seymour Hoffman
y Marisa Tomei, rodado con precisión y maestría por Sidney Lumet. Dicen que la
secuencia que abre una película debe dejarnos claro qué vamos a ver, que una
buena historia en su primera escena contiene su “manifiesto”. En este caso, pues, podemos decir y decimos que
un polvo es un gran comienzo.
Un comienzo que no defrauda a
posteriori como ocurre demasiado a menudo. Además de la labor de Sidney Lumet,
al que ya tuvimos ocasión de admirar en 12 hombres sin piedad y Tarde de
perros, no podemos dejar de reseñar la labor de los intérpretes que del primero
al último están estupendos en sus papeles. El tristemente desaparecido Philip
Seymour Hoffman y el no siempre tan solvente Ethan Hawke interpretan a los
hermanos protagonistas. Junto a ellos destaca la mujer que comparten, una
magnífica Marisa Tomei en plenitud que se come literalmente la pantalla, y
algunos secundarios de auténtico lujo como Albert Finney.
Así, poco a poco, sin prisas pero
sin aburrir, sintiéndose seguro de su historia y sus actores, Lumet va
construyendo con rigor y oficio un film lleno de crudeza que recuerda a
clásicos como Atraco perfecto (Stanley Kubrik, 1956) o La jungla de asfalto
(John Huston, 1950). Una de esas cintas en las que queda claro que lo que vamos
a ver es un auténtico camino a la perdición en el que la redención podrá
atisbarse al final del viaje, pero a menudo será solo una ilusión. Como dice el
título, al final podrás pasar media hora en el cielo, o acaso conocer los cinco
minutos de gloria que todo el mundo merece, pero tarde o temprano el diablo se
enterará de que has muerto y reclamará lo que es suyo por derecho.
Antes de que el diablo sepa que
has muerto fue la última película que dirigió Lumet antes de su muerte en 2011.
Un magnífico colofón para una carrera llena de títulos imprescindibles.
3 comentarios:
Marisa Tomei se come la pantalla y algo más, aaaaay golosona!
Es una buena historia que se va de las manos.
Yo había olvidado el polvo del principio. No porque la escena fuera mala, sino porque mi mente ha retenido toda la gran historia posterior.
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