lunes, 8 de septiembre de 2014

Seis personajes en busca de actor

Propone: Miguel
Comenta: Víctor


A pocos desagrada esta película, la última de Louis Malle. La rodó por casualidad: la compañía de teatro de André Gregory representaba en 1991 un atípico montaje de "El tío Vania", de Chéjov. El reducido público invitado a cada representación era acomodado en el escenario, y tenía que ir trasladándose llevando sus propias sillas para seguir la obra que representaban actores vestidos con ropa de calle a través de escenarios dotados de los mínimos elementos. Malle fue invitado a una de ésas representaciones. Poco después Gregory, abrumado por el fallecimiento de la actriz que interpretaba a la nodriza, interrumpió las funciones; entonces Shawn (Tío Vania en la película) le propuso a Malle filmar el montaje para que no cayera en el olvido. Malle se entusiasmó con la idea, y así realizó esta película sobre un ensayo para la representación de la obra citada.


El resultado tiene algo de mágico, difícilmente explicable por ninguno de los elementos que se analizan o discuten habitualente: todo es redondo, pero el conjunto no se puede reducir a sus partes. El intemporal drama de Chéjov está reducido a sus elementos básicos: vidas malgastadas, soledad, esperanza romántica y sorda desesperación. El trabajo de todos y cada uno de los actores es irreprochable. La actitud de la cámara es prácticamente documental: ningún artificio, ninguna afectación para filmar una puesta en escena descarnada y a la vez vibrante a partir de suaves juegos de luz y sombra.


Pocos son interludios en que los actores (los "auténticos" personajes de la película) se interpretan como tales actores; la mayor parte del tiempo están, justo, actuando como personajes del drama, del sueño dentro del sueño. Pero nunca lo olvidamos del todo:  son los actores los que se nos muestran simplemente leyendo el guión (también irreprochable, por cierto) en el ensayo; y cuando actúan, a menudo los ruidos de la ciudad, del tráfico de las calles, los cláxones, nos recuerdan su condición. Lo que no hace sino reforzar el sentido de intemporalidad del drama, que se prolonga --mágicamente-- más allá de su texto. Tanto dentro como fuera de él, todo es actuación. La banda sonora, que tampoco adquiere un excesivo protagonismo, puntúa maravillosamente dos o tres momentos --como el principio de la película o el monólogo de Vania donde declara su amor no correspondido, con un saxo en clave de "free jazz".


No es necesario decir nada más sobre esta película, que yo pondría en una lista de las diez imprescindibles. Podría uno enrrollarse con psicologías, o interpretar lo problemático de la idea de la resignación latente al final. Pero sería contrario a su mismo espíritu. No hace mucho hemos podido ver otra de las películas clásicas de Malle, "Adiós muchachos". Seguro que no será la última.

2 comentarios:

Rubén dijo...

Me pareció una apuesta arriesgada la película durante la presentación, pero tras visionarla, el resultado me sorprendió.

J. Antonio dijo...

Muy arriesgada peli, al final me metí completamente en la representación... pero tengo un problema, se me ha olvidado todo lo que pasaba.