lunes, 16 de julio de 2012

Érase una vez

Propone: Pepe
Comenta: Rubén



Érase una vez, en un país no muy lejano, a finales del siglo XX, concretamente en el año de gracia de 1997, donde reinaba una reina ya septuagenaria en aquellos tiempos, ahora octogenaria, que tenía fama de malvada. Había también en el reino una bella y joven princesa, que ya no era tan joven y tampoco era princesa pues se había divorciado del príncipe heredero unos años antes, que tenía renombre de buena gente, amable, que atendía a los enfermos y visitaba a los pobres; pero que tras el divorcio empezó a salir con otro “heredero”, el hijo del propietario de los almacenes Harrod’s.


Cuenta la historia que entre esa reina malvada y esa dulce princesa no reinaba ni la concordia ni la armonía. Pero quizá la leyenda no sea del todo justa. Tal vez la reina no fuese tan malvada y tuviese su pequeño corazoncito y a lo mejor la princesa no era toda bondad sino más bien fachada y publicidad que luchaba en su propio beneficio.

Un buen día del mes de agosto, el 31 para ser exactos, cuando los trigos maduran y la mies se siega, y los racimos de uva todavía penden remolones de las vides, en el calor y sosiego del estío, el mundo se despertó sobresaltado porque esa bella princesa había sufrido un accidente de tráfico y había muerto, cual mordisco a manzana envenenada por la reina de otro cuento.


La pobre reina de aquel país no muy lejano, que además hacía poco había cambiado de Primer Ministro y ahora tenía un pro-republicano, encerrada en sus mansiones ebúrneas escocesas, asumió la noticia con la dignidad real que le caracterizaba: la exprincesa ya no era princesa y por tanto la familia real que llevaba milenios rigiendo aquel País, antaño Imperio, no estaba obligada a rendir culto a una plebeya. El pendón real no debía ondear a media asta porque ella ya no era parte de ese emblema. La Realeza no se rebaja.


Pero el pueblo llano, el vulgo que nada sabe de protocolos sino de emociones, espontáneamente empezó a depositar flores ante las negras rejas de Palacio en señal de duelo y luto, mientras Su Majestad seguía alejada de tal situación, cuidando de su familia y disfrutando de la caza y del picnic y de sus vacaciones. El malvado Primer Ministro, sin embargo, comprendiendo la delicada situación de SU Familia Real (porque una cosa es ser republicano y otra cosa es no tener apego a la patria), empezó a maquinar un plan para que la pobre Reina recuperara el favor y la gracia de sus súbditos que había perdido escabrosamente por sus actos entendidos como negligentes ante la muerte, duelo y luto de la llamada Princesa del Pueblo (en aquel país no tan lejano no era Belén Esteban, y así nos va en este otro país tan cercano a nos).


Así pues resultó que el Primer Ministro no era tan malo, y la Reina se dejó convencer por él y accedió a realizar un Funeral de Estado, llenando la Abadía Real de cantantes, actores y demás gente de la farándula, para aborrecimiento de la nobleza. Y de este modo, hasta muerta, la malvada Princesa siguió insidiosamente ofendiendo a la noble Reina, pues la Reina no era tan mala ni la Princesa tan buena.

Y finalmente, el Reino recuperó su Statu Quo, su vida cotidiana y todo siguió como estaba antes de ese fatídico 31 de agosto de 1997. Y colorín colorado, este filme se ha acabado.


Y de momento no nos estamos refiriendo a ninguna película de la factoría Disney, sino más bien a “The Queen”, la película británica dirigida por Stephen Frears (también dirigió, entre otras, Las Amistades Peligrosas) en el año 2006 y protagonizada magistralmente por Helen Miren quien consiguió el Óscar por su interpretación, el Globo de Oro, el BAFTA y el Premio del Sindicato de Actores en ese mismo año.

Sí, vale, Diana de Gales seguía siendo Princesa, pero no Alteza Real; y además, así me ha quedado mejor el cuento.

5 comentarios:

JULI dijo...

mibuenamigotonibleeeeeeeeeeeer

Pepe dijo...

Menudo pájaro el Toni Blair, es el mayor ganador en popularidad de todo el tinglado que se montó con la muerte de Diana, como bien refleja la película.

Sólo quiero hacerte una salvedad al comentario, lo de la bandera a media asta: No es que no ondeara porque Lady Di no fuera de la familia, simplemente es que la bandera se considera el estandarte real y sólo ondea en palacio (a media o a asta llena) cuando la Reina pernocta en él, y como en verano está en Escocia, pues la bandera no ondea y punto pelota.

Por lo demás me ha gustado el comentario, atina bastante con el espíritu de la película, que en el fondo es un retrato de la monarquía y sus anacronismos, pero también de cierta vocación de servicio.

¿Creeis que el retrato es excesivamente complaciente, viniendo de un irlandés rojeras como Frears? Dejo esta pregunta para el debate

J. Antonio dijo...

Barriendo para casa diré que ¿no será Diana como el personaje de esa gran película de Sletznick y Hitchcock a la que aludía en el comentario anterior que aún estando muerta extiende sus redes sobre los protagonistas? Toni Blair es el ama de llaves, sin duda alguna.

Pepe dijo...

muy bien pensado, Jose! Yo creo que el inserto ese final del plano de Lady di viene a corroborar lo que dices

Víctor dijo...

Casi me gusta más el comentario que la propia peli. Consigues que incluso el calor y el sosiego del estío aparezcan deseables, a pesar de que lo leo sudando a chorros. Se quiera o no, el tono de cuento de hadas le presta cierto oportuno anacronismo a toda la historia, porque hoy el vulgo ya no es tan vulgo ni la realeza tan realeza. La realeza es una de esas ficciones que aún no hemos abandonado del todo: recuerdo que al día siguiente a la noticia que nos ocupa tenía yo una reunión con antiguos compañeros de una empresa que había suspendido pagos. Miguel, un compañero, no se había enterado; cuando se lo dijimos le costaba creerlo, como si se hubiera muerto alguien próximo. Si la muerte es increíble, la muerte de Diana de Gales, o Lady Di, como se prefiera, lo es aún más: nada de un simple accidente de coche, eso le puede pasar a cualquiera...

Hay que admitir que el tratamiento es complaciente, aunque sólo fuera por la preocupación de Isabel II por el ciervo acosado, con el que quizá podría llegar a identificarse. Creo que la película se sostiene sobre todo por la actuación de Helen Mirren, que le valió un Oscar.