lunes, 31 de octubre de 2011

Sabor mediterráneo

Propone: Rubén
Comenta: José Antonio



Si se hiciera una encuesta sobre las más famosas películas griegas de la historia del cine, seguro que más de uno metía dentro de su lista "Zorba el griego" y "Mi gran boda griega". Ninguna de las dos, lo es. Son americanas o más bien, la versión que tienen los americanos sobre los griegos. Me refiero a los actuales claro, para ver la visión que tenían sobre los de la antigüedad mejor cogerse un combo de palomitas y ver "300", que tampoco es una película griega. Todo este rodeo viene para hablar de una peli que sí que es griega y que supuso el estreno de Rubén en nuestro Cineclub. Como algunos ya habrán adivinado, estoy hablando de "Nunca en domingo".


"Nunca en domingo" es una película del año 1960, cuatro años anterior a "Zorba el griego", y dirigida por Jules Dassin. Dassin es un cineasta norteamericano que tuvo que exiliarse de su país durante la Caza de Brujas por ser comunista, un pecado más grave que ser griego hoy en nuestra solidaria Europa del Estado del Bienestar. Su protagonista es Melina Mercouri, actriz griega, que fue la musa del director y quien la dirigió en la mayoría de las pelis de su carrera. "Nunca en domingo" es como "Irma la Dulce" o "Pigmalión", pero con sabor un poco más Mediterráneo. Aunque está ambientada en el Pireo, la zona rezuma una atmósfera que nos lleva a títulos como "Calabuch" o "Cinema Paradiso". Eso sí, aunque es una peli interesante, no llega a la altura de los títulos citados. Jules Dassin interpreta a un intelectual y escritor norteamericano que llega al Puerto del Pireo buscando las causas de la decadencia de la Grecia clásica. Su nombre es Homer, que mucho me temo que no tiene nada que ver con Los Simpsons, sino seguramente con otro escritor griego de la antigüedad clásica llamado Homero. Allí quedará deslumbrado por una prostituta llamada Ilya que tiene enamorado a todo el mundo. Una mujer independiente, que elige con quien se va a la cama y que su visión de las cosas tiene encandilados a todos. Para Ilya, sólo hay una norma que es fundamental y sagrada, el domingo es su día de descanso y por tanto su mito de la caverna cierra por vacaciones. Nuestro intelectual ve en ella el símbolo de la decadencia griega y se propone la tarea de "salvarla" a través de la educación para que ella tenga opción a abandonar su profesión.


Ilya vivía feliz en su mundo pensando que los clásicos del teatro griego eran historias de amor con final feliz, sin entender muy bien lo que quería decir, pero al fin y al cabo eran su manera de disfrazar su realidad y hacerla más llevadera. Homer piensa aplicar sobre ella el mito de la caverna. Brindarle un mundo de cultura y sabiduría, en el que ella verá la luz y la verdad resplandecerá por si sola. Sin embargo, lo único que descubre Ilya es qué es lo que realmente quiere decir la palabra "tragedia griega". Y es que enseñar a una persona en la situación de ella, lo cruda que es la realidad, no ayudará mucho a que ella sea feliz. Homer pensaba que deslumbraría a todos con sus profundos conocimientos culturales y al final son estas gentes a las que él consideraba como mentalmente inferiores las que le acaban cambiando. La cultura y el conocimiento no siempre sirven para cambiar las cosas, es la moraleja de la película. También que no se puede intentar domar a un animal salvaje. Después de pasar por el tamiz de la sabiduría, todo es como mucho más crudo. Menos mal que no entraba en sus planes explicar qué es el existencialismo. 


Homer fracasó y ahora 50 años después nosotros intentamos salvar a los griegos. Pero no con cultura, sino con dinero. Que al fin y al cabo, la cultura es una cosa que te bajas gratis de Internet. Por cierto, Melina Mercouri fue ministra de Cultura de su país, así que algo debió de aprender.


POST DATA: Problema matemático. Si el Golfa empezó en 2005, Jules Dassin murió en 2008 y Rubén debutó en el cineclub con esta peli en 2010: ¿Cuántos años le quedan para obtener el carné?

viernes, 28 de octubre de 2011

Vamos a contar mentiras

Propone: Lorena
Comenta: Rubén


Hace tiempo, Lorena nos trajo La calumnia, y como docente me vi en la obligación de hacer la reseña para el cineclub, pues la película, aunque sea de 1961 narra unos acontecimientos que están muy de moda en la escuela actual y recoge el miedo atávico, siempre presente pero nunca comentado de los docentes: Una mentira que acabe con tu carrera profesional.

Y pasemos a contar la historia: dos jóvenes amigas profesoras (Audrey Hepburn y Shirley MacLaine) deciden abrir una escuela privada en una localidad tranquila. La vida les va muy bien, la escuela está llena y todos son felices. Pero (en todas las historias hay un “pero”) un día, una alumna humillada por un castigo decide vengarse de sus profesoras y le cuenta a su abuela, que encarna la pseudo-aristocracia estadounidense, un rumor que hábilmente manipulado desencadena la tragedia. Fama est que las profesoras son pareja.


Conviene resaltar que la “angelical” niña que difunde el rumor inocentemente es una manipuladora nata, extorsionadora de compañeros de clase y utiliza todos los recursos que tiene a su alcance para lograr sus fines. Una auténtica diablesa mutada en ángel infantil.

Evidentemente, la abuela da crédito a la información de su nieta, apoyada por el testimonio falso dos compañeras de clase que se ven forzadas a mentir. Y con esto, la nietísima consigue lo que se propone: El rumor se extiende como la pólvora, la abuela llama a sus amigos y los alumnos se van dando de baja de la escuela hasta quedarse vacía. Y la vida se vuelve fea. “¿Podrá un feo rumor poner fin a tanta belleza?”



Claro, ellas van a ver a la abuela, tratan de desenmascarar a la niña, pero ésta cuenta con el testimonio de sus compañeros de clase, obligados a mentir. No hay salida. No se puede hacer nada. Todos creen el rumor, nadie cree la verdad. Aunque finalmente, la abuela empieza a percatarse de que las piezas que su nieta le ha dado no encajan; las mentiras de su nieta van aflorando y mostrando su faz auténtica y consigue la anciana señora averiguar, horrorizada, la verdad, pero ya es tarde. La desesperación se ha apoderado de nuestras jóvenes maestras y acarrea el suicidio de una de ellas, pues teme que se haya descubierto la atracción sexual que, ciertamente y en secreto, sentía hacia su amiga. Eso sí, antes de ahorcarse, se lo confiesa.


Si estamos atentos a los medios de comunicación, seguro que alguna vez hemos leído casos donde un alumno ha denunciado a su profesor (denunciar en el mejor de los casos, en los peores pueden ser víctimas de vejaciones que son grabadas por teléfonos y colgadas en redes sociales o páginas de vídeos), o los padres de algún alumno han acosado o pegado al docente. Sin ir más lejos, el otro día oí en la radio que un juez había condenado a tres años de cárcel a una madre que había pegado a la profesora de su hija. ¿Cuántos casos no serán fruto de una venganza, pensada y maquinada como el de la película? Si además le sumamos el creciente malestar social por las pocas horas que, presuntamente, trabajan los docentes, obtendremos un cóctel que suele perjudicar a los profesionales de la enseñanza y educación.

Conozco compañeros de profesión que se han visto envueltos en juicios por una falsa denuncia procedente de sus alumnos de sus familiares. Y aunque todos han salido absueltos de los procesos, el daño moral y psicológico no se los quita ya nadie.


Ya lo decía el gran maestro Hitchcock: “nunca trabajes con niños, con animales o con Charles Laughton”. A mí me interesa la primera parte de la cita.

La película, una adaptación de la obra teatral The childrn’s hour (escrita en 1934 por Lillian Hellman) toca diversos temas, algunos muy controvertidos para su época, como pueden ser una homosexualidad encubierta, y otros más cotidianos tales como la presunta inocencia de los niños y la tendencia social a creerlos.

Y es que ya se sabe, los borrachos y los niños son los únicos que dicen la verdad, aunque no sepan que la están diciendo.

lunes, 24 de octubre de 2011

Tarde de golfos en noche de perras




Propone: Pepe
Comenta: Juli

O tarde de perros en noche de golfas.

Una tradición del Golfa es poner películas de veteranos maestros del cine que han dejado el mundo de los vivos, bien, unos días después de la proyección, bien unos días antes. En este último caso, podríamos decir que somos unos gafes agoreros, así que…¡¡¡tiembla Spielberg!!! ¡Que el otro día pusimos una película tuya!

Fue el caso de Sidney Lumet, fallecido el 11 de abril de 2011, cuya “sentencia”/proyección en el Golfa se produjo un par de semanas antes de su óbito. Lumet fue un autor prolífico y desde su debut en la gran pantalla con “12 hombres sin piedad” destacó por su buen hacer tras las cámaras. Antes había sido actor, director teatral y director de televisión.

 El director Sidney Lumet

En 1975 dirigió en Tarde de Perros a Al Pacino, actor de moda tras protagonizar las dos primeras entregas de El Padrino. Es un drama basado en hechos reales, que a pesar del sambenito a que nos han acostumbrado las televisiones en España acerca de este tipo de producciones, es una obra interesante y en la que solo te duermes si eres Iván.

La película es un producto de su tiempo, ya que sigue esa tradición tan setentera de los antihéroes, que representan un hombre normal y sus amigos, también normales, aunque uno sea un poco gilipollas. Estos, desesperados por su situación económica, deciden que la mejor forma de hacer frente a sus problemas es atracar un banco, así que lo planean, preparan todo, y cierto día, justo antes del cierre, se cuelan en el banco y encañonan al personal. La historia la hemos visto muchas veces: rodeados por la policía, tiros, rehenes, negociación, presión, la prensa, expectación, cansancio, calor, hambre, sueño, atmósfera asfixiante…


La trama está muy bien llevada, con referencias a sucesos como el motín de la cárcel de Attica, en Nueva York, que duró 4 días y en el que, tras los disparos indiscriminados de las fuerzas de orden público, murieron 43 personas, entre ellas 10 rehenes, y hubo más de 80 heridos.

La originalidad que tenía el film en el momento de su estreno se ha transformado en un punto de referencia para las películas de atracos con rehenes, y, en líneas generales, podría decirse que ha envejecido bien.

martes, 18 de octubre de 2011

Crisis en tierras infinitas

Propone: Laura
Comenta: José Antonio



Decisiones. Tantas cosas por hacer y tan poco tiempo. Ir a la playa o a la montaña. Al cine o al teatro. Salir a pasear, quedarte viendo una peli. Cada decisión crea nuevas posibilidades y sus resultados son los que generan las llamadas realidades alternativas. Éste es el tema que trata la peli que nos llevó Laura a nuestras sesiones golfantes: "Las vidas posibles de mister Nobody" (el señor Don Nadie en la traducción).

Las realidades alternativas han sido tema recurrente en la ciencia ficción. Mundos donde los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial, las Torres Gemelas jamás cayeron o los Terminators lograron asesinar a Sarah Connor antes de que tuviera su hijo. Las circunstancias que generan una u otra realidad son una verdadera incertidumbre. Es el llamado efecto mariposa. El aleteo de una mariposa en Nueva York puede generar una cadena de acontecimientos que desemboquen en un maremoto en Nueva Zelanda. "Las vidas posibles de Mister Nobody" es un intento de resolver las grandes preguntas de la vida como si fueran un problema de física cuántica desde la perspectiva matemática de la teoría del caos, ésa que defendía el matemático interpretado por Jeff Goldblum en Parque Jurásico.


Las distintas vidas que ha vivido o ha podido vivir Nemo Nobody se nos despliegan a lo largo de la película, saltando en el tiempo hacia atrás y hacia delante y de una realidad a otra para ver por cuáles caminos nos conduce cada decisión. No se trata de realidades alternativas basadas en un cambio de los acontecimientos históricos. Lo que ha cambiado en cada una de ellas son las decisiones del protagonista, unas cotidianas y otras vitales para su existencia personal.

La historia empieza con un Nemo con 120 años de edad en un futuro donde la humanidad ha alcanzado la inmortalidad y es el único hombre mortal. Como reliquia histórica, hay gran curiosidad por conocer su vida y los medios le entrevistan para que narre sus vivencias. La historia la van conformando los confusos recuerdos de Nemo sobre cómo realmente fue su vida. ¿Son reales? ¿Es lo que ocurrió realmente o lo que le hubiera gustado que ocurriera? ¿Es fiable la mente de una persona que tiene 120 años?

En la versión extendida, se nos cuenta también que los niños antes de nacer están en un limbo en el que saben de antemano todo lo que les va a ocurrir. En el momento del parto reciben el abrazo de un ángel que les hace olvidar ese conocimiento sobre su futuro. En el caso de Nemo, el ángel se olvidó de abrazarle por lo que sabe todo lo que le pasará. ¿Cuál visión es la verdadera? ¿La de un anciano que trata de recordar su vida? ¿O la de un niño que busca las posibilidades que le lleven a una existencia feliz?

Todo empieza con el dilema básico que se le puede plantear a todo infante: ¿A quién quieres más a papá o a mamá? Nemo tiene que elegir en el momento en que éstos se divorcian con cuál de los dos se quiere quedar. Es una decisión de segundos porque su madre se marcha en un tren para irse a vivir a otra ciudad.


¿Es la película un bucle sobre los pensamientos de este niño que queda bloqueado por enfrentarse a una elección crucial que debe tomar en cuestión de segundos? Esta decisión a su vez genera otra serie de posibilidades. "¿Cuál será la mujer con la que me casaré?" Nemo explora entre tres candidatas posibles. En la primera, los dos se aman y alcanzan la felicidad en cada momento que pasan juntos, pero el destino conspira permanentemente para tenerlos separados y que jamás se encuentren. En la segunda, Nemo está enamorado de otra mujer de gran inestabilidad emocional que realmente no le ama y que suspira por otro amor de juventud. Ella le pide que cumpla la promesa de que cuando muera vaya a Marte a esparcir sus cenizas. Y en el tercer caso, es Nemo quien se casa con una mujer a la que no ama. Es una vida basada en la apariciencia y en la que logra ser millonario y tener una guapa esposa, pero a costa de una existencia infeliz y vacía.

¿Cuál es la elección correcta? Saltos hacia delante y hacia atrás y en cuanto la cosa se estanca, como si fuera un problema matemático se enfoca el asunto desde una nueva perspectiva o se cambia de realidad. En un momento de la película, el anciano Nemo relata al periodista que todas lo son, todas las vidas merecen la pena ser vividas. Se trata de distintas posibilidades y no necesariamente una debe ser mejor que la otra. Mientras no elijas nada, dentro de tu mente todo es posible. Una vez realizada la elección, se convierte en realidad y no hay posibilidad de marcha atrás. No llegan a ser realidades, puesto que todavía no han ocurrido y se mantienen como posibilidades. Entre todo este rompecabezas de saltos temporales, nos encontramos con que no hay recuerdos posteriores a los 34 años de Nemo. En medio del puzzle presenciamos distintos finales trágicos para Nemo Nobody a una edad temprana. Sin embargo, si prestamos un poco de atención, entre toda esta maraña de probabilidades, descubrimos una realidad en la que un atormentado Nemo lleva a Marte las cenizas de su mujer fallecida y en el viaje espacial conoce a la que fue el amor de su vida. ¿Es la verdadera resolución del problema? ¿Por qué no hay rastro de otras realidades en la que Nemo consiguiera llegar los 40? La gran diversión de esta película es tratar de componer y dar forma al apabullante puzle que nos pone delante. El niño abrumado que tiene que elegir entre varias cosas y no sabe con cuál quedarse, siempre alberga esa secreta esperanza de que le dejen quedarse con todo. Así todo es real. ¿Es buena película o es mala película? Mientras no lo diga, todo entra en el campo de lo posible.


lunes, 10 de octubre de 2011

De Dioses y Hombres


Propone: Altea
Comenta: Pepe

Igual debería dejar la costumbre de poner nombre a los comentarios con títulos de otras películas, para que no os llevéis a engaño o confusión. El caso es que hoy venimos a comentar, casi con reverencia, la genial película de animación La princesa Mononoke, del ya universal director nacido en Japón Hayao Miyazaki.


En realidad el título se lo ponemos no porque nos recuerde al film francés protagonizado por monjes cistercienses, sino porque la película, basándose en antiguas leyendas del folklore japonés, y con un aliento ecologista y pacifista, nos enfrenta a un momento crucial de casi todas las leyendas épicas que en el mundo han sido: El despertar del hombre y el ocaso de los dioses; el paso de un mundo entroncado con la espiritualidad, lo esotérico, lo mágico y lo telúrico, los sentimientos y lo natural, a otro dominado por la razón, la mecanización y la técnica. De cómo ese enfrentamiento puede generar dolor y destrucción nos han hablado muchos autores antes, pero aquí de lo que se nos habla es de la posibilidad de que lo que surja sea hermoso y enriquecedor para ambas partes. Y aunque el final no es el happy-ending a lo Disney que podríamos esperar, está lleno de esperanza y de futuro.



En este caso la oposición de la que hablábamos está muy claramente centrada en los personajes femeninos principales. Miyazaki es experto en poner a mujeres fuertes al frente de sus historias, y aquí tenemos dos personajes magníficos que se alejan del tópico de la princesa y la malvada de la animación tradicional. Por un lado tenemos a la heroína de la historia, San, la chica-lobo, defensora del bosque, la princesa a la que hace referencia el título. Una princesa guerrera que se nos presenta (al espectador y al protagonista masculino) montada en un enorme lobo, y que lo primero que hace es chupar la sangre de la herida de su madre loba. Por otro lado tenemos a Lady Eboshi, la líder de la ciudad del hierro, que amenaza con destruir el bosque para poder extraer más mineral. Lady Eboshi no es tampoco una villana al uso, ya que sus razones no son del todo innobles, acoge leprosos y redime prostitutas, y sólo acepta el trabajo sucio que le propone el emisario del emperador para proteger su ciudad de la invasión y el saqueo. Y en medio de las dos, casi en una especie de triángulo amoroso no exento de cierto erotismo, el príncipe Asitaka, que intentará con todas sus fuerzas cumplir la misión que se le ha encomendado, que no es otra que mirar sin odio, comprender y hacer que las partes en conflicto se comprendan mutuamente, y de paso salvar la vida.



Esta es sólo una de las cosas que me sugiere una película como esta, tan llena de capas de sentido, abrumadoramente hermosa y compleja. Otras muchas hipótesis para analizar son factibles, espero que abramos alguna en los comentarios, para no extendernos demasiado ahora. De la técnica y la estética de Miyazaki ya hablamos en su momento con ocasión del comentario de El viaje de Chihiro. Permitidme sólo que mencione a Joe Hisaishi, autor de la música del film, que firma aquí una espléndida partitura que aúna lo épico con lo intimista, de la que os dejo con un fragmento. Y, por supuesto, permitidme recomendaros encarecidamente el visionado de esta película.