miércoles, 20 de agosto de 2014

Corazón Glam

Propone: Altea
Comenta: José Antonio




Queríamos cambiar el mundo y el mundo nos acabó cambiando a nosotros. Aunque la película habla de muchas más cosas, creo que ésta es la clave de "Velvet Goldmine". Una peli que nos trajo a nuestro Cine Club tiempo atrás Altea. Protagonizada por Jonathan Rhys Meyers, Ewan McGregor, Muriel, digooo Toni Collette y Christian Bale, entre otros, esta película de 1998 está ambientada en los inicios de la música glam a finales de los 60 para mostrarnos el ascenso a lo alto de la fama de sus cantantes protagonistas, para acabar con su decadencia durante los 70 y hasta la traición de los principios que defendían. La película repasa la historia de un músico imaginario llamado Brian Slade y que encarna Jonathan Rhys Meyers. Inicialmente iba a ser una biografía de David Bowie y el personaje que creó en sus inicios, Ziggy Stardust. Sin embargo, Bowie se desmarcó del proyecto porque tenía su propia idea para otra película. De esta manera, Velvet Goldmine se libera del condicionante de la realidad y permite a la película llevar a sus personajes a situaciones a las que jamás habría podido de haber figurado éstos con sus nombres y apellidos reales. Porque si Slade es Bowie, Kurt Wilde, otro de los protagonistas que interpreta Ewan McGregor, es Iggy Pop y tengo que admitir que ahora mismo no sé muy bien quién era el personaje imaginario de Lou Reed, ni siquiera si sale. Rhys Meyers interpreta a un personaje hedonista, egocéntrico, que no duda en manipular a todos los que tiene a su alrededor para sus propios fines. Recuerda bastante al protagonista de otro musical, que triunfó en nuestro Cineclub: Hedwig And The Angry Inch. Ignoro si la película es o no del agrado de Bowie, pero lo cierto es que no hay ni una sola canción suya en toda el metraje, a pesar de que lleva el título de una de ellas. La gran banda sonora cuenta con un amplio repertorio de temazos de otros grupos y artistas de la época: Lou Reed, Roxy Music, Iggy Pop, Bryan Eno, etc, más alguna canción compuesta expresamente para la ocasión.


La cinta empieza en los años 80 para retroceder en el tiempo con flashbacks que nos van contando la historia del auge y supuesta caída de la estrella. Un jovencito Christian Bale es un periodista que recibe el encargo de hacer un reportaje sobre la figura del mítico cantante Brian Slade que diez años antes fingió su propio asesinato en el escenario para incrementar su fama. El fraude se descubrió al poco tiempo y hundió la carrera del cantante. Desde entonces, Slade ha desaparecido de la faz de la tierra sin que nadie le haya vuelto a ver. Como en Ciudadano Kane, el periodista empieza e investigar la vida del cantante con el fin de reconstruir su trayectoria y averiguar cuál fue su paradero. Entre flashbacks de los amigos de Slade que son entrevistados por el reportero, imágenes de sus conciertos y recuerdos de lo que esa música significó para el personaje del periodista en su juventud va transcurriendo la historia, sin que llegue a haber un guión lineal. Nos sumergimos en un universo de trajes de purpurina, zapatos de plataformas y labios carmín, en el que los cantantes se lanzan en una competición de a ver quién logra ir más allá y consigue la hazaña más escandalosa. Una época en que salir del armario ya no era someterse a una lapidación en la plaza pública. Un sueño para muchos homosexuales que veían a estos cantantes y grupos como ídolos porque triunfaban presumiendo de lo que ellos trataban de ocultar. Sin saber que a veces esa propia homosexualidad formaba parta del espectáculo. Slade está casado con una mujer. Es bastante claro que se trata de un matrimonio sin amor y por puro interés. Pero por otro lado, ¿cuánto de la faceta homo de Slade, no es también otro reclamo para seguir escandalizando a la sociedad y seguir manteniendo la atención de los focos?


David Bowie "mató" a Ziggy Stardust anunciando en medio de un concierto que aquella sería su última actuación. Una verdad a medias, Bowie sólo abandonaba el personaje y seguía su carrera bajo una nueva identidad. Brian Slade finge su muerte en el escenario supuestamente tiroteado por un fan y acaba con el personaje que había creado y le dio fama. Pero la ficción del montaje no dura ni 24 horas y el mito cae. El periodista logra averiguar la identidad actual de la desaparecida estrella, un cantante country que se fotografía con Ronald Reagan (vamos, conservadurismo en estado puro). Una realidad que los propios protagonistas tratan de ocultar al mundo y de la que se avergüenzan. De ahí la frase con la que empezaba este comentario. No sé si la intención del director es la de criticar a Bowie, o simplemente si se trata de la historia de un personaje de ficción aprovecha para cambiar los hechos de manera que pueda decir el mensaje que buscaba: el cambio de una generación que acabó traicionando los princpios que defendía. Tras los aires de libertad de los 60 y los 70, llegaron los 80, los años del ultraconservadurismo. En esto, como en otras cosas, en España fuimos al revés que todo el mundo. O simplemente lo aplicamos diez años más tarde.Y mientras tanto, sigue el espectáculo.