viernes, 30 de diciembre de 2011

Los reyes del rock

Propone: Manuel
Comenta: José Antonio




Eres más falso que un documental del Golfa. Ésta es una expresión que pronto podría pasar a engrosar el lenguaje popular a tenor de la gran cantidad de los que en los últimos meses hemos tenido ocasión de ver. Nuestro compañero Manuel nos trajo hace unas semanas "This is Spinal Tap", un falso documental del año 1984 que se encuadra en el género de la comedia sobre un supuesto grupo de rock que había evolucionado desde una estética beatleniana en los 60 a una banda de heavy metal norteamericana de los 80.


Dirige el invento Rob Reiner, uno de esos directores que entre los 80 y los 90 lograron títulos de gran repercusión comercial como "Cuando Harry encontró a Sally", "Cuenta conmigo", "La princesa prometida", "Algunos hombres buenos", "Misery" o "Algo para recordar", entre otras. "This is Spinal Tap" es una de sus primeras películas y su formato es más televisivo. Tengo que reconocer que nunca había oído hablar de ella a pesar de que algunos la colocan en esas absurdas listas sobre las mejores películas en la historia del cine. Según la revista Empire, estaría en el puesto 50 de una lista de 500. Manuel en su presentación la colocaba en otro puesto más alto en otro ranking: el top ten de películas con las que la gente miente cuando dicen que la han visto. En el caso de España, no es raro que sea desconocida, ya que jamás se ha estrenado y sólo está disponible en circuitos de Versión Original. Así que el que te contó que esta peli había perdido mucho con el doblaje es uno de esos mentirosillos. Tras haber visto esta rareza (y yo no miento) diría que no está mal, pero tampoco es para tanto.


El documental empieza cuando Spinal Tap, un grupo británico  con más de veinte años de trayectoria a sus espaldas, se traslada a los Estados Unidos. A través de las entrevistas vemos su descenso y decadencia. En el caso de que se tratara de un documental real y un grupo real, habría ciertas cosas que no podrían meterse en esta peli ni de coña. Aquí vemos las peleas entre sus miembros, sus malos rollos, las censuras de la discográfica, etc. Cosas impensables si fuera un documental real en el que saliera gente con nombres y apellidos. También se aprovecha para cachondearse de las bandas de heavy metal de los 80. La estética de los rockeros es hortera a más no poder, y las letras tienen unas  metáforas sobre temas sexuales que son vulgares por lo evidentes que son. El grupo tiene hasta su propia leyenda negra: sus baterías no les duran mucho y siempre lo pierden en dramáticas y misteriosas circunstancias. Asistimos, pues, al ascenso y caída de Spinal Tap hasta que al final los vemos resurgir de sus cenizas.


Todo el reparto está lleno de grandes veteranos. Algunos de sus nombres no nos dicen nada, pero todos ellos están presentes en muchos títulos que han pasado a la cultura popular. Por citar un ejemplo. El nombre de Harry Shearer, probablemente no dirá nada a nadie. Sin embargo, la perspectiva cambia cuando nos dicen que es el actor que lleva poniendo voz durante más de 20 años a Bart Simpson, así como a varios personajes de la ya mítica serie de la familia amarilla (como el señor Burns, Smithers, Ned Flanders, el reverendo Lovejoy y una larga lista de secundarios más que no voy a repetir pero que da una idea de la gran cantidad de registros de los que es capaz). Todos los miembros del reparto son grandes amigos en la vida real y suelen participar en otras películas de Reiner, aún haciendo cameos y pequeños papeles. Incluso después de la película han seguido juntándose como Spinal Tap, ofreciendo conciertos y lanzando al mercado hasta tres discos. Así es como el documental falso, finalmente se convirtió en auténtico.



lunes, 26 de diciembre de 2011

Indigestión de monguis

Propone: Belén
Comenta: Juli



Mulholland Drive es una obra del director ese al que le gusta hacer películas raras con enanos. No, no hablo del director de Willow. David Lynch también gusta de sacar habitaciones rojas y, además, los argumentos de sus obras son confusos, te hacen preguntarte cosas como:
-Pero la camarera que sale al principio, ¿no era la protagonista que estaba sentada esperando el café?
-¿Encontrarán de una vez al dueño de la oreja que había en el césped?
-¿Es la amnesia la mejor excusa para explicar la confusión mental de los personajes?
-¿Están todos fumados o se han comido una tortilla de monguis?
-Hoy es miércoles, ¿estará jugando el Madrid? ¿cómo irá?
Y sobre todo:
-¿Qué coño está contando el tío este, que no tiene ni pies ni cabeza?


Pues eso es lo que pasa con esta película, que no tiene ni pies ni cabeza. A su favor se puede decir que si uno saca escenas de la película (sin la habitación roja, claro está) y las mete en un trailer, podría pensar, ¡anda! esta película puede ser interesante. Por tanto, si piensas que todo es una sucesión de trailers de diferentes películas que tienen en común los actores y los escenarios, puede llegar a gustarte el producto final, y hacerte la ilusión de que algún día puedas ver un montón de películas nuevas muy chulas.


Ahora bien, si miras la obra como una película completa, te devanas los sesos en comprenderla, y al final lo consigues, sólo es por una razón: Lynch ha conseguido que su obra te interese hasta ese punto. No es mi caso. Vi la película y no me interesó una mierda. Es más, tampoco quería saber la interpretación de la misma, porque toda esa sucesión de imágenes y sonidos me producían un tremendo hastío, y lo que pasase con los protagonistas me parecía totalmente irrelevante.


¿Que todo es un sueño? ¿Que hay una parte que es sueño y otra que es realidad? ¿Cuál es cuál? El otro día soñé que me tocaba la lotería y al despertar era mentira, ¿hacemos una película?


David Lynch es un fiel seguidor de la primera parte de la teoría de Copérnico, ya que está convencido de que el sol no es el centro del universo. En lo que difiere del científico renacentista es en que traslada el heliocentrismo en lynchcentrismo, y gusta de mostrar al mundo sus masturbaciones mentales en forma de filmaciones. Que te pringue o no ya es cuestión de que uno se deje.


En este enlace podéis encontrar información sobre productos que pueden ayudar a comprender el cine de David Lynch:


viernes, 23 de diciembre de 2011

Los ilusionistas

Propone: Pedro
Comenta: Pepe



El cine nació como curiosidad científica, pero muy pronto pasó a convertirse en una atracción de feria. Así, antes de ser el medio de expresión más poderoso y más genuino del siglo XX, compartió caseta y roulotte con mujeres barbudas, enanos, espectáculos de variedades y números de magia. No en vano los primeros cineastas provenían del mundo del ilusionismo y, al tiempo que construían todo un entramado narrativo, un nuevo lenguaje audiovisual, fueron encontrando la manera de trucar las imágenes para impactar al espectador, para que se entregara sin condiciones, se identificara con lo que veía en la pantalla y sintiera como reales las cosas que solo eran un haz de luz sobre una tela blanca en una sala oscura. Nada más y nada menos.  Si queréis un nombre, sin duda debéis recurrir a George Méliès. Si queréis un ejemplo, el fabuloso arranque de Vida en sombras (Lorenzo Llobet-Gracia, 1949) da cuenta de este momento de los orígenes del cine. La secuencia, para aquellos que sientan curiosidad, está en Youtube.


Ya está otra vez Pepe soltando su rollo, diréis, y probablemente tendréis razón. Pero es que todo esto me venía a la cabeza al plantearme el comentario de Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977) y pensar en ese grupo de cineastas que en los años setenta recuperaron el gusto, que en realidad nunca se había perdido del todo, por maravillar al espectador, hacernos vibrar, dejarnos con la boca abierta y hacernos creer por unos minutos que existe la magia. Una generación de ilusionistas que creó toda una generación de cinéfilos, que es la nuestra. En este caso el nombre está muy claro, es Steven Spielberg. Y el ejemplo también: el arranque, curiosamente el mismo año de la película que hoy comentamos, de Star Wars (George Lucas, 1977): Unos rótulos en perspectiva, unas notas musicales poderosas y la aparición en pantalla de unas naves espaciales… y ya estamos todos boquiabiertos. La secuencia, para aquellos que sientan curiosidad, también está en Youtube. Pero dudo que quede alguien por aquí que no la haya visto en repetidas ocasiones.


Encuentros en la tercera fase es una historia de marcianos buenos (algo por entonces no tan habitual como pueda parecer hoy día) que tiene algo de todo eso. Porque en mi opinión representa el punto culminante de ese camino que iniciaron aquellos pioneros de las casetas de feria y puede considerarse el ejemplo perfecto de toda la tendencia. Porque, además, la película es toda una declaración de intenciones, ya que está protagonizada (genial Richard Dreyfuss) por un hombre maravillado, que se pasa media película boquiabierto y empeñado en creer a toda costa en lo que ven sus ojos, mientras todos los demás se empeñan en decirle que son trucos de magia. Esa fascinación que siente el personaje de Dreyfuss por lo desconocido, su osadía en ir más allá de las explicaciones racionales y su empuje a la hora de dejar atrás su vida en pos  de algo nuevo es la osadía de los exploradores de todos los tiempos, de todos los pioneros. Fue la osadía de George Méliès y era la osadía del joven Spielberg y sus amiguetes.



De cómo a la obra del bueno de Steven se le fue cayendo la osadía y se le fueron sumando la gravedad y, en cierto modo, el conservadurismo, ya hablaremos otro día. Hoy lo que toca es que disfrutemos como enanos con la belleza, la espectacularidad y la poesía de imágenes como las que acompañan estas líneas. Y  encima en movimiento. Y encima con música de John Williams.  

¿Serán cosas como estas lo que llaman la magia del cine?


lunes, 19 de diciembre de 2011

Supernanny



Propone: David
Comenta: José Antonio


Arthur Penn es uno de esos directores al que he ido dedicando mi particular homenaje a lo largo del Cineclubgolfa, trayendo películas como "La jauría humana" y "Pequeño Gran Hombre". A esta lista habría que añadir una tercera que supongo que algún día caerá y que no hay más que hacer una consulta a su filmografía para deducir de cuál se trata. Penn es otro de esos directores con la maldición del Golfa porque falleció en 2010, por lo que alguno de esos dos títulos seguro que ya habría caído para entonces. Y hete aquí que hace poco David nos sorprendía con una película de Penn que no había visto: "El milagro de Ana Sullivan".


El papel de la protagonista lo interpreta Ann Bancroft, a quien todo el mundo recuerdo por su papel de la madura que seduce a Dustin Hoffman en "El graduado", pero el único Oscar de su carrera lo ganó precisamente con esta película. Se trata de una de esas historias sobre romper barreras y la lucha sobre la superación basada en una historia real. Primero se hizo un telefilm, luego una obra de teatro y finalmente este salto a la gran pantalla que lanzó al estrellato a Bancroft (casada con otro conocido de nuestro Cineclub, Mel Brooks).


Ana Sullivan llega a una casa para ocuparse de Hellen, que quedó sorda, ciega y muda al poco tiempo de nacer. La joven discapacitada llegó a la adolescencia en una burbuja que la aísla del mundo y en la que ha impuesto su tiranía a todos los miembros de su casa. Hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere, sin que nadie la replique porque nadie es capaz de hacerse entender con ella. A la hora de la comida coge literalmente con las manos lo que hay en los platos, con independencia que sea el de ella o el de los demás. Ahora mismo no recuerdo si también hacía sus necesidades en aquellos lugares de la casa que mejor le venían a mano, pero seguro que realmente era así. Sus padres la han consentido absolutamente todo porque no han sabido cómo hacerle comprender el significado de la palabra "no". Ni siquiera saben si su hija tiene algún atisbo de inteligencia. La película narra la lucha de voluntades entre la joven que quiere seguir haciendo todo a su antojo y la profesora que trata de hacerle entender que hay límites. Este choque de voluntades queda perfectamente reflejada en una escena de 30 minutos de reloj, en la que la cuidadora trata de hacer entender a la joven que tiene que usar los cubiertos para comer. Una lección que llega al enfrentamiento físico y la escena alcanza unos niveles de tensión insoportables. Si, hoy día, proliferan los niños tiranos por la ausencia de una educación adecuada, la tarea de esta maestra para llegar a alguien cuya naturaleza consiste en la incomunicación más absoluta se puede considerar como titánica. Una supernanny. Penn, que está más acostumbrado a moverse en ambientes de violencia, logra escenas de gran violencia psicológica, pero consigue también un drama intimista que se sigue con interés de principio a fin, rodado en blanco y negro y que no ha perdido nada de vigencia. Se mantiene joven y fresca. Tan joven como el personaje de Ann Bancroft, que paradójicamente luego pasaría a la historia por el papel de una madura asaltacunas que se convierte en la amante del novio de su propia hija.


viernes, 16 de diciembre de 2011

Enter the Void

Propone: Esther
Comenta: Rubén


El otro día estaba yo hablando con un amigo sobre lo que me pasará cuando me muera, que es lo que le pasa a todo el mundo. “Verás, le dije, primero veré una gran luz blanca y cegadora, luego veré pasar toda mi vida hasta el momento en que muera. Más tarde veré lo que hacen los demás, especialmente mis amigos y familia. Y por último me reencarnaré, yo mismo elegiré dónde y cuándo, pues veré puntitos amarillos, que son parejas copulando y me introduciré en el momento de la fecundación del óvulo deseado”.

El otro día, estaban dos amigos hablando sobre qué es lo que pasa cuando uno se muere, qué se siente, qué se ve. Entonces uno de ellos le explicó al otro que lo primero que se ve cuando alguien se muere es una gran luz blanca y cegadora, luego se pasar toda la vida, como en una película, hasta que llega el momento de la muerte; que luego se ven las cosas que están haciendo los demás, especialmente amigos y familiares; hasta que, finalmente, uno se reencarna en otra persona, pues se ven puntitos amarillos que son las parejas copulando, entonces el alma de cada uno se introduce en el momento de la fecundación del óvulo que se desea.



Sí, es la misma historia, una contada en primera persona y otra en tercera. Y eso es lo que ocurre en la película “Enter the Void”, del director argentino pero afincado en Francia, Gaspar Noé, del año 2009 y con un metraje, para mi gusto y para el de varios miembros del Golfa, excesivamente largo, pues son 154 minutos de película.



El film muestra una misma historia contada dos veces, primero desde los ojos del protagonista, Óscar, un traficante de drogas de Tokio hasta que muere y después, la cámara se sitúa en su cogote para recrear las mismas secuencias que ya habíamos vistos y la metempsícosis del alma de Óscar vagando por todo Tokio, entremezclándose escenas de su pasado, del accidente de sus padres, de las conversaciones con su hermana, visitando a sus amigos y contemplándolos desde el cielo hasta reencarnarse, según su promesa en ya veréis quién.



La película destaca sobre todo por su ingenioso sistema narrativo, contar la historia desde dos perspectivas, la capacidad del alma de viajar por los cielos y atravesar paredes desde una nueva y tercera perspectiva cenital para contemplar las situaciones port mortem del protagonista, al que por cierto, casi nunca se le llega a ver el rostro.


 
La historia no cuenta gran cosa, pues ya a los diez minutos de película se menciona un resumen, al comentarse el “Libro tibetano de los muertos” entre Óscar y su amigo Álex, que es quien se lo pasa. Además toda la película muestra un colorido ubérrimo que contrasta con los ambientes sórdidos y ambientación nocturna que desarrolla el film, y que a veces llega a marear y es lo que, según parece, pretendía el director: estimular el cerebro mediante colores luminosos rápidos e intensos para crear una falsa situación de “colocón”, sin duda para otorgar al espectador una sensación parecida a la de los protagonistas. No diré que sufrí un ataque de epilepsia, pero sí que terminé con dolor en las cuencas supraorbitales, así que en cierto sentido sí que terminé medio mareado. El señor Noé logró su intención conmigo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Coraline y el arañusco

Propone: Virginia
Comenta: Juli



En Alicia a través del Espejo, la protagonista viaja a un mundo imaginario atravesando un espejo, mientras que en Los mundos de Coraline lo hace a través de una mini-puerta tapiada que hay en la pared. Es clara la similitud de ambas historias: Coraline/Alicia en un mundo real que no le gusta y se encierra en fantasías evasivas con apariencia fantástica que pueden devenir en terribles. Además, si el autor quería dar más pistas sobre la semejanza de ambas historias, veáse el compañero de Coraline: un gato que aparece en cualquier momento.



A pesar de todo, nos encontramos aquí con una obra original y muy entretenida, rodada con muñecos "a lo antiguo", es decir con la técnica stop motion, o como se decía en España cuando estaba de moda utilizar esa técnica, fotograma a fotograma. Me encanta la riqueza del castellano.


La dirige Henry Selick, que ya dirigió la película Pesadilla antes de Navidad, producida por Tim Burton, y, al igual que Alicia en el País de las Maravillas, está basada en un libro, esta vez de Neil Gaiman, titulado Coraline.

En la película aparece una Coraline pre-adolescente agobiada por el cambio de domicilio de sus padres. No se adapta a la situación y el que sus padres vivan para trabajar no ayuda mucho. Es así como se adentra en su fantasía y cruza la puerta. Allí todo es idílico, con su otra madre, una encantadora mujer con botones en los ojos que le prepara un montón de tartas sabrosísimas que no engordan y está siempre pendiente de ella, su otro padre, que deja de lado el trabajo para acompañarla en sus juegos, en fin, encuentra un mundo como ella querría que fuese.


Pero el sueño se convierte en pesadilla cuando aparece un gato feo y se da cuenta de que su otra madre en realidad es un arañusco que atrapa a los niños en una telaraña y luego se come sus almas. Bueno, no se las come, pero las encierra en un sitio oscuro donde pasan la eternidad como fantasmas atrapados.


¡Me da miedo sólo de pensarlo! Los lúgubres escenarios cuasi góticos consiguen intensificar la atmósfera de terror de la película.

Podría comenzar aquí un debate filosófico tan de moda últimamente en este blog con reflexiones acerca de qué es real y qué no, interpretaciones de los sueños, y todas esas filosofadas de pijama y zapatillas de felpa a la que últimamente estamos tan acostumbrados. Os invito a que lo hagáis.



viernes, 9 de diciembre de 2011

British zombis


Propone: Miguel
Comenta: José Antonio


Prácticamente desde el inicio de las películas de terror, los zombies han estado en ellas formando parte de su particular mitología. Sin embargo, mucho ha llovido desde esos primitivos inicios y los zombies son uno de los monstruos que mejor han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Al principio, no dejaban de ser los esclavos sin mente del científico loco de turno que pretendía conquistar el mundo. Este zombie primitivo estaba más vinculado al vudú y a la magia negra de islas como Haití o Jamaica, donde los hechiceros podían devolver la vida a los muertos. En los 60, llegó "La noche de los muertos vivientes" de George A. Romero y con ella se convierten en el instrumento perfecto del apocalipsis definitivo.


Una plaga que no tiene límites y que puede acabar con la humanidad en caso de que no se detenga la amenaza. El origen del zombi ya no es mágico. Es fruto de algún accidente de laboratorio químico o nuclear. Los zombis son voraces y devoran todo lo que encuentran a su paso, contagiando a aquel a quien muerden. Mientras que el vampiro es más selectivo con sus víctimas y les gusta elegirlas, el zombi come todo lo que se le pone por delante. Su hambre no tiene límites y le da igual matar a uno que a 500. Frente a ellos, personas normales y corrientes trataban de hacer frente a una amenaza contra la que no estaban preparados. Cada uno saca lo mejor y lo peor de sí mismo. El maestro de escuela se convierte en líder a su pesar, mientras que el policía o el militar acaban sacando su vena fascista más visceral. Las tensiones que se generaban entre el grupo de supervivientes ponen en evidencia que el ser humano puede ser hasta peor que la plaga de zombis descerebrados. La película de Romero sentó las bases de lo que son las películas de zombis y todas la siguen, aunque algunos intentan introducir pequeñas novedades. Entre los 70 y los 80, la fórmula se repitió tanto que el género acabó siendo una parodia de sí mismo. El reto parecía estar en ver quién superaba los límites de la casquería y mostraba más viceras o el canibalismo más repugnante. Pero el género ha sobrevivido a esa crisis y ha resurgido de sus cenizas más fuerte que nunca.


Se da la paradoja de que algunas de las creaciones que han contribuído a elevar el subgénero zombi a los altares de la cultura popular provienen de campos que no son puramente cinematográficos. Por un lado, tenemos el mítico videoclip de Michael Jackson "Thriller", donde la carne muerta se convierte en un producto apto para todos los públicos. Por otro, está toda la línea de videojuegos de "Resident Evil" que han generado una saga cinematográfica propia. Y por último, el cómic "The walking dead" de Robert Kirkman cuya adaptación a la pequeña pantalla está arrasando. Esta llegada masiva del género a la cultura popular está haciendo que muchos asomen su mirada a este género que parecía reservado hasta ahora solo para frikis de videoclub, y gane cada día más adeptos. Hay mayor público y aparecen en el panorama nuevos directores que han permitido abrir nuevos caminos al género y mantenerlo vivo. Entre ellos tenemos a Zack Snyder y su puesta al día de "El amanecer de los muertos", el "Rec" de Jaume Balagueró, "28 días después" de Danny Boile y la secuela del español Juan Carlos Fresnadillo, o el "Planet Terror" de Robert Rodriguez, así como por fin la película de la que hablamos hoy "Zombis party" del británico Edgar Wrigth, que tuvo a bien traernos Miguel a nuestro cineclub.


"Zombis party" (la absurda traducción en España de "Shaun of the dead", un juego de palabras con el nombre del protagonista y el título de "Dawn of the dead") es una mezcla entre las películas de zombis de George A. Romero, el cine de Sam Raimi y las comedias románticas. Con estas fuentes cinematográficas que harían soltar espumarajos por la boca a cualquier gafapastas esnob, Wrigth construye una divertidísima comedia con una ácida crítica social a la zombificada sociedad londinense (que bien podría ser la de cualquier otra ciudad). Los protagonistas hacen su vida rutinaria y monótona, sin darse cuenta de que la invasión ha empezado. Ni siquiera son capaces de distinguir a un zombi por la calle cuando se lo cruzan. La pareja protagonista es el dúo cómico formado por Simon Pegg y Nick Frost (los Hernández y Fernández del Tintin de Spielberg), buenos amigos del director con el que han repetido en otros títulos. Shaun y Ed son compañeros de piso con el síndrome de Peter Pan, vidas laborables mediocres y que pasan el tiempo bebiendo y jugando a la videoconsola. Pero como dice el eslogan de la película "Llega un día en la vida de todo hombre en el que ha de levantarse del sillón y matar unos zombies". Una frase profunda, en la que sólo les falta decir que deben abandonar también la bolsa de Cheetos. Cuando Shaun descubre la gravedad de la situación deciden atravesar todo un Londres plagado de muertos vivientes para tratar de recuperar a su novia Liz, que le ha dejado harta de la rutina en la que ha caído su relación, en la que posiblemente tenga que soportar de por vida al inútil de Ed. Casi se diría que la presencia de los zombis es un estorbo colateral que impide a Shaun poder reconquistar a su perdida pareja. Una dura prueba que le permitirá enderezar su fracasada vida.

En su día, la película pasó desapercibida del panorama comercial y con los años y el boca a boca ha alcanzado la categoría de película de culto. La mezcla entre el suspense y la comedia llega a alcanzar momentos hilarantes y a partir de un insulso arranque va hacia arriba y mejorando a cada momento. Como también ha ido mejorando la carrera de este director que promete seguir dando que hablar en un futuro.  

lunes, 5 de diciembre de 2011

Todos los “Caminos” conducen a Roma



Propone: Laura

Comenta: Rubén 



“Camino” es el título de un libro escrito por José María Escrivá de Balaguer y Albás, fundador del Opus Dei. Pero afortunadamente también es el título de una película de Javier Fesser, del año 2008 que pudimos ver en el cineclub por gentileza de Laura, y de su hermana.

“Camino” es una película que si la ves y te deja indiferente, ¡háztelo mirar, por favor! Porque es imposible que no te surjan emociones y sentimientos, bien a favor, bien en contra de la historia; por cierto, basada en hechos reales. Y evidentemente, el nombre de la película y su protagonista no ha sido aleatorio, es una clara alusión al libro que comentábamos anteriormente. Y es más, un camino es la vía que une dos puntos, bien físicos, bien espirituales. Basta con echar un vistazo a la poesía mística para entender este rasgo. Historia que podríamos contar brevemente diciendo que una niña tiene un problema de salud, que no consiguen los médicos dar con él. Vive nuestra pequeña protagonista en el seno de una familia ligada al Opus Dei y no diré nada más para obligar a la gente a visionarla.


 “Camino” en mi parecer es una historia dual. Por un lado, la protagonista, Camino, anhela ser una chica normal: tiene sus amigas, conoce el primer amor, le gusta bailar, quiere participar en una obra de teatro, pero por otro lado está sometida a la rigidez de una madre.


Creo que el teatro encarna mejor que ninguna otra manifestación artística la dualidad; no tanto por las dos caras de la comedia y la tragedia, sino porque se representa una historia dentro de la “historia” de la vida, los actores tienen una doble vida, la suya y la del personaje de la obra. Y esto viene a colación de la obra de teatro que un grupo de chavales del barrio quiere representar y Camino se presenta a la audición, donde conocerá a Jesús.


La madre representa, por un lado, el mundo real, rígido, sometido a normas y creencias. Camino representa el mundo ideal, la espontaneidad, la juventud, la vida (he dudado si ponerlo con mayúsculas). Y el padre, como un nuevo Zeus ante un juicio de Paris, no puede oponerse ni a su mujer ni a su hija, y se resigna, el pobre hombre, a contemplar, sufriendo, su existencia hasta que por fin, un día se enfrenta a todo, con unos resultados poco satisfactorios.



Durante toda la película se juega con ese doblez en la historia, dualidad en los nombres, tanto en el de Camino como en el de Jesús (el chavalito que le gusta), entre la Obra de Teatro y la Obra de Dios (especialmente al final), en el mundo onírico de la anestesia y el mundo real... Pero también abundan los símbolos, tales como la libertad encarnada en un frágil y pequeño ratoncito que alguien se empeña en capturar y alguien en liberar.


Se puede reflexionar sobre la naturaleza de las acciones de Dios, que en la película pone a prueba a unos padres. Se habla del “libre albedrío”, sintagma semántico que permite exonerar de culpa a un Dios, cargando a su creación con ella, liberándolo a él de toda culpa. Y nunca he podido cesar de hacer una comparación entre ese libre albedrío y el escritor griego Luciano de Samosata que ya en el siglo II de nuestra era (nació en el año 125) afirmaba en sus cómicos diálogos que no hay que ajusticiar al reo, sino a los dioses que orientan sus acciones, pues los mortales somos marionetas en sus manos. Si Luciano ya no creía en los dioses, el libre albedrío sirve para lo mismo, pues cuando interesa, está presente; y cuando no interesa, es obra de Dios. Bendita equidad.


viernes, 2 de diciembre de 2011

¡Tengo Hambre!

Propone: David
Comenta: Juli



Recuerdo el día que vino David con un DVD bajo el sobaco y nos dijo que nos iba a poner otro documental. Pensé: ¿pero esto será un documental de verdad o será un falso documental? Y, teniendo en cuenta que lo han puesto en La 2, y la principal finalidad de los documentales de La 2 es poder coger el sueño para dormir plácidamente, ¿me dormiré? ¿será un sueño de verdad o será un falso sueño?


El Bulli, historia de un sueño, narra en 10 capítulos la historia del restaurante desde su fundación por el matrimonio Schilling hasta 2009. 1987 es el año en que la figura de Ferrán Adriá comienza a tomar protagonismo, al quedarse como chef en solitario.


Hablar de la historia de El Bulli es hablar de la historia de Ferrán Adriá, su evolución personal y su evolución culinaria. Se decía que en sus últimos años, las reservas para comer en el Bulli había que hacerlas con varios meses de antelación. Hasta tal punto llega la leyenda del restaurante que en el último domingo de la temporada 2006 (cierra en otoño), el entonces ministro de industria fue en helicóptero para no perder la reserva.


En la sesión del Golfa solo pudimos disfrutar de dos capítulos, y con ellos, David consiguió transmitir la esencia del restaurante: las imágenes y los sonidos del documental se convirtieron en las texturas, los olores y los sabores de sus platos, produciendo cierto cosquilleo en mi estómago que tuvo que traducirse en tomar un resopón en casita a la vuelta del golfa para poder ir a la cama tranquilo.


En estas webs podemos encontrar todos los capitulos:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/elbulli-historia-de-un-sueno/

http://www.franciscoalcaide.com/2011/10/el-bulli-historia-de-un-sueno.html

Os dejamos con un vídeo simpático de "deconstrucción caricaturesca" de Ferrán Adriá.








lunes, 28 de noviembre de 2011

Grandiosos silencios

Propone: Rubén
Comenta: Pepe

El cine nació mudo y más tarde se volvió sonoro. Esta afirmación, que se acerca peligrosamente a la obviedad, se presta, sin embargo, a un posible análisis y a una réplica.

Empecemos por el análisis posible: es fácil pensar que el advenimiento del cine sonoro, allá por los últimos años veinte, fue un gran avance para las artes y las industrias del cine. En realidad, las exigencias de la precaria tecnología de sonorización llevaron a un auténtico paso atrás en la estética cinematográfica. Digamos que la posibilidad de decir supuso un decaimiento de la poesía de mostrar que se había desarrollado en las décadas precedentes. El paso del cine silente al sonoro supone una fractura, casi un nuevo comienzo, en el que el cine vuelve atrás para volver a tomar impulso. De este momento límite da buena cuenta, para los que quieran documentarse mientras disfrutan de una gran velada, la celebérrima película Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952).


Dicho esto, podemos ir con la réplica: El cine sonoro no extinguió al mudo. Su carácter hegemónico lo volvió dominante, pero de vez en cuando podemos ver ejemplos de películas que prescinden de la palabra para hacernos reír, emocionarnos, o ambas cosas. Ha seguido habiendo mucho (y grandioso) silencio. Como caso paradigmático citaremos a Charles Chaplin, que siguió mostrando su talento en películas mudas como Luces de la Ciudad (1931) o Tiempos Modernos (1936). Incluso en sus películas sonoras no abandona el antiguo arte y sus momentos más celebrados mantienen la estética del cine silente. El baile con globo terráqueo de El gran dictador (1940) es un buen ejemplo. Y no podemos dejar de citar, ya en los años cincuenta, las deliciosas películas de Jacques Tati, de quien vimos en nuestro club, hace ya tiempo, Mi tío (1958).


A partir de ahí, la lista de títulos que de una manera u otra recuperan el (buen) gusto por la imagen pura y reivindican el cine eminentemente visual es tan larga como queráis. Y variopinta. Podemos rastrear homenajes y citas desde Coppola (los efectos visuales y de montaje de su Dracula de Bram Stoker (1993)) a Kubrik (la primera media hora sin palabras de 2001, una odisea del espacio (1968)), pasando por Almodóvar (el corto El amante menguante, dentro de Hable con ella (2002)) o la factoría Pixar (el encantador inicio de Wall-e (Andrew Stanton, 2008)). Así, dejándonos mucho en el tintero, llegamos a la actualidad, momento en que casi coincidentes en el tiempo nos encontramos con dos películas que muestran la vitalidad del fenómeno que venimos comentando. Hablamos de L'illusionniste (Sylvain Chomet, 2010), una cinta de animación que recupera un viejo guión de Tati nunca rodado y de The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) que deslumbró en el pasado festival de Cannes, con una historia muda sobre el cine mudo, y que estamos deseando ver.


En fin, todo esto viene al caso porque hoy, como ilustran las imágenes que acompañan a estas líneas, deberíamos estar comentando La última locura de Mel Brooks, que es una película con una sola línea de diálogo, pronunciada curiosamente por el mimo Marcel Marceau, y estrenada en 1976. Pero como en este caso el prólogo ha fagocitado casi por completo el escrito, no diré mucho, sólo mi opinión, y dejo paso a los comentarios: La comedia es algo irregular, una sucesión de gags más o menos afortunados y de cameos de las estrellas de la época. A mi juicio, aunque quiere ser homenaje, se queda en parodia. Es como si Brooks quisiera parecerse a Chaplin o Keaton y se quedara en Hill, Benny Hill. Aún así, tiene su gracia y es una apuesta original, aunque algo fallida.



viernes, 25 de noviembre de 2011

Holocausto Descafeinado

Propone: Juli
Comenta: José Antonio



Entre los años 60 y 70 se pusieron de moda coproducciones entre varios países, ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y con primeras estrellas del séptimo arte al frente del reparto. Una de ellas es "La hora 25", una coproducción realizada entre Francia, Italia y Yugoslavia en el año 1967 y con la que nuestro compañero Julián nos obsequió recientemente en el Golfa. El director, Henri Verneuil, estaba bastante familiarizado con el tema que trata el argumento, las persecuciones étnicas del régimen nazi, ya que su familia, de origen armenio, huyó siendo éste un tierno infante del genocidio que se practicó en Turquía contra este colectivo en los años previos a la Primera Guerra Mundial. "La hora 25" no habla del holocausto armenio, pero sí aborda el tema de las limpiezas étnicas que los nazis practicaron en el Este de Europa durante la Segunda Guerra Mundial y adapta una novela del mismo título escrita por Virgil Gheorghiu.


Al frente del reparto está Anthony Quinn, este actorazo de origen hispano que siempre acaba interpretando papeles étnicos. Griego, italiano, jeque árabe, indio, mejicano, lo que sea. En esta ocasión es Jannos Moritz, un campesino rumano al que durante la ocupación nazi el corrupto jefe de la policía local envía a un campo de concentración como un judío más, a pesar de que éste en realidad es cristiano ortodoxo. La intención del funcionario es librarse de él para acosar sexualmente a su esposa, interpretada por otra diva del cine italiano, Virna Lisi.


El principal problema que tiene la película es que otros títulos posteriores han ido mucho más allá en la espinosa tarea de llevarnos en este viaje de descenso al horror del holocausto. El argumento se centra más en cómo Janoos mantiene su ingenuidad y su integridad mientras la vida le va poniendo constantemente a prueba, jugando con él para ver cuánto puede aguantar. El hecho de que sea encerrado en un campo de concentración parece más una molestia, como si se le hubiera metido una piedra en el zapato. Vamos que ante todo lo que pasa alrededor, sólo le falta decir "mecachis" y "jolines", cuando está claro que otros emplearían palabras más gordas. De todos modos, el mensaje es bastante claro, al ridiculizar y criticar a aquellos que pretenden etiquetar el mundo en función de su condición étnica. A lo largo del metraje, el protagonista es tomado como la muestra perfecta de varias etnias diferentes. El absurdo de sus vicisitudes llega al extremo tragicómico de que se le llega a tomar por alguien que pertenece a un pueblo que dio origen a la raza aria. Los reproches realizados no quiere decir que estemos ante una mala peli o un producto mediocre. La hora 25 es una película correctamente realizada, con una gran inrterpretación de Anthony Quinn, banda de sonora de Maurice Jarre el compositor de moda en las grandes superproducciones de los 60. No en vano, produce Carlo Ponti, otro de los grandes del cine italiano. El problema, como decía, es que luego han venido otros directores que nos han llevado más allá al ponernos cara a cara con este infierno.