jueves, 27 de noviembre de 2008

Golfa Remember: Torpes al poder




Ciclo: II
Propuso: Julián
Rememora: José Antonio

La tostada siempre se cae al suelo por el lado de la mantequilla. Cuando pises una caquita del suelo, lo harás cuando lleves chanclas y en el momento en que te doblas el pie en el suelo. Las llaves al caer acabarán colándose por el hueco del ascensor. Las monedas se te atascarán en el bolsillo en el momento que te toca pagar y esté el típico impaciente detrás.

No tengo muy claro si las siguientes situaciones son propias de la Ley de Murphy, o es un día cotidiano en la vida de Peter Sellers, un actor marcado por los dos personajes que le han hecho pasar a la Historia del cine: el inspector Clousseau y Hrundi V. Bakshi.

Golfa Remember tiene el placer de recordar hoy el segundo premio golfa a la mejor película: El Guateque, de Blake Edwards y del año 1968. Después de tantas semanas analizando la figura del héroe ahora tenemos a Hrundi V. Bakshi, interpretado por Sellers. Un tipo tan torpe y patoso que debe ser elevado a la categoría de héroe sólo por el mero hecho de tener tan dudosas aptitudes en la era de la competitividad, la perfección y de los cuerpos Danone. Bakshi es un desastre andante y donde su caballo pisa no vuelve a crecer la hierba.

He conocido gente que no soporta ver a alguien tan patoso y que no le hace ni puñetera gracia. En mi caso (y creo que en el de la mayoría porque la votamos para mejor película), me acuerdo de una frase de “Big Fish” que le viene como anillo al dedo. No es textual, porque la escribo de memoria, pero dice algo como esto: “En algunas ocasiones has escuchado el mismo chiste tantas veces, que deja de hacerte gracia. De repente un día, vuelves a escucharlo y recuerdas porque te divertía tanto y ríes como si fuera la primera que lo escuchaste”. Pues esto es lo que me ha pasado a mí con El Guateque. Tras haberla visto mil veces y haber llegado a pensar que estaba anticuada, aquella noche nos reímos a carcajada limpia y volví a acordarme de lo buena que era.
El argumento es de sobra conocido. Un actor hindú que actúa de extra en Hollywood arruina una gran superproducción al hacer gala de sus cualidades anteriormente citadas. El productor lo incluye en una lista negra para vetarle en cualquier película, pero se equivoca y lo incluye en la lista de invitados de la fiesta que va a dar en su mansión. Las meteduras de pata de Bakshi en la casa es la base de la historia, que van “in crescendo”. Vamos que cada vez las hace más gordas.
La película suponía el reencuentro entre Peter Sellers y Blake Edwards que llevaban años sin hablarse. Según cuentan en los extras del DVD, su enemistad vino tras las películas del Inspector Clousseau. El origen de esa enemistad fue el enfado interno de Sellers al verse superado por la fama que le causó ese personaje, cuando a él le gustaría más ser recordado por otro tipo de papeles, como los que interpretó en “Teléfono Rojo Volamos Hacia Moscú”, de Stanley Kubrick. Finalmente un día actor y director superaron sus diferencias y volvieron a juntarse para hacer una nueva película juntos, con un nuevo personaje tan torpe o más que Clousseau. Eso lo dejamos para el debate. Si lo hay.
La película está planificada como una historia de dibujos animados de la Warner con una sucesión de gags Es de destacar, que la película no tenía ni guión y en muchas ocasiones se recurría a la improvisación. Entre Sellers y Edwards iban explorando el decorado de la casa a ver qué nuevas ocurrencias podían hacer ese día. Donde esté esta improvisación que se quite la de “Shadows” (¿No, Juli?). La película además generó una innovación cinematográfica. Ya que El Guateque era sucesión de sketchs (en español, paridas), era vital ver cuanto antes cómo habían quedado las tomas. Por eso, Edwards incorporó unas videocámaras a las cámaras de cine, que permitían ver en vídeo en el acto cómo había quedado todo en una tele en el cuarto de al lado. Antes, hasta que no se reveleba la película no podía verse el resultado. En la era digital de hoy esta innovación puede parecer una tontería, pero entonces fue un avance revolucionario. No se trata para nade de la película insulsa que algunos pretenden describir. Hay de fondo una crítica a la superficialidad de Hollywood, con frases como “Nena, si no te acuestas conmigo tu carrera en el cine está acabada”, mujeres alcoholizadas y, eso también, camareros.
Así es como esta película, que iba a ser una modesta comedia y se iba improvisando sobre la marcha con un grupo de actores encerrados en una casa, se convirtió en un clásico de la comedia. El dúo Sellers-Edwards siguió trabajando tras su reconciliación con esta película, con nuevas entregas de la saga de La Pantera Rosa. Desgraciadamente, estas secuelas estuvieron por debajo de la calidad de otros trabajos anteriores.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Kramer vs. Kramer

Propone: Miguel
Comenta: Lorena

Miguel nos trajo Kramer contra Kramer, una bonita película con la que Robert Benton casi consigue el pleno al cinco en las categorías principales de la ceremonia de entrega de los Premios Oscar del año 1979. Le falló Meryl Streep, la cual se tuvo que conformar con el galardón a la mejor actriz de reparto. La película narra la historia de Ted (Dustin Hoffman), un hombre absorbido por su trabajo y un poco desatento con su mujer (Streep) e hijo (Justin Henry). Un día, llega a su casa y se encuentra con que su mujer ha decidido abandonarles a él y a al niño para ir a reencontrarse consigo misma.



Comienza así una etapa en la que tendrá que ejercer de padre soltero y suplir el papel de una madre, al tiempo que dedicar todas sus fuerzas al trabajo. Pasado un año y medio, cuando la relación con su hijo marcha sobre ruedas, la madre aparece para pedirle la custodia del niño.

Entonces empieza un proceso judicial en el que el espectador, inducido por la óptica del director, se pone de parte del padre, al cual ha visto evolucionar a lo largo de la película. Sin embargo, de la madre sólo sabemos que se va y vuelve, sin pararnos a pensar que en ella también ha habido un cambio, un proceso de maduración que le ha empujado a querer recuperar a su hijo. Es esa madurez la que finalmente le hace ceder la custodia del pequeño al padre, al darse cuenta de que su relación con el niño nunca podrá volver a ser la misma.



Toda mujer tiene derecho a realizarse, como Meryl Streep en la película, que se siente anulada por un marido que, inconscientemente, le hace sentirse muy pequeña. Pero creo que, cuando una mujer decide tener un hijo de forma voluntaria, éste debe de formar parte de su realización. Ambos pueden crecer al mismo tiempo. Una mujer se puede divorciar de su marido, pero no de su hijo. En la vida hay tiempo para cuidar de un hijo a la vez que luchas por realizarte. De hecho Dustin Hoffman lo consigue.





martes, 18 de noviembre de 2008

Golfa Remember: La innombrable


Ciclo: II
Propuso: Iván
Rememora: José Antonio


Hoy nos toca otro hito de los Golfa Remember. Empezaré diciendo que se creó un premio expresamente para esta película. Al final, no se lo llevó por culpa de una votación claramente injusta, pero eso es otra historia. Algún día el tiempo hará justicia y pondrá a esta obra justo en el sitio que le corresponde.
Tengo que decir que he vuelto a ver la película para poder hacer este comentario con un mínimo de rigor y total objetividad. No os preocupéis si creéis que divago, pero todo este rollo que estoy metiendo tiene un propósito. Creedme. Tras este nuevo visionado, he sentido exactamente las mismas sensaciones que tuve la primera vez que la vi. ¡Ay qué recuerdos los de aquella tarde de domingo en el Golfa! (Como esa semana tuvimos nuestra primera entrega de premios, pusimos el Golfa en domingo). Todos atravesamos un torrente de sensaciones intensas durante la proyección. De hecho, desde ese preciso día, cada vez que viene un invitado siempre suele tener especial interés en saber si es Iván el que va a poner la película. Así nacen las leyendas.
Sé que es mucha responsabilidad la de escribir sobre una obra tan importante, por lo que no me decidía a emprender la tarea. Al final, me armé de valor y la pinché en mi cola de la Mula. El archivo tenía nada más y nada menos que 275 fuentes. Para el que no sepa de estas cosas, diré que son bastantes. Total que la peli se bajó en una noche. Y aquí estoy en mi primer día de vacaciones, solo en casa, con la oportunidad de volver a disfrutarla. A los quince minutos de película, me interrumpe una llamada de teléfono. Es un tal Mario González de ya.com. La verdad es que no sé qué coño vende, porque le colgué el teléfono antes de que empezara a echarme el rollo. Cuando más o menos llevaba una hora, nueva interrupción. Esta vez es mi padre que llega a casa. “Pero ¿qué coño estás viendo?”, dice. Y a la hora y veinte, acaba. Por fin.
¿Adivináis qué película es? ¿Por qué tanto rollo antes del comentario? Chico, no sé. Hay tantas cosas tan interesantes de las que se pueden hablar antes que de la película, que prefiero hablar de ellas. Perfectamente este comentario podría terminar aquí. Ya podéis dejar de leer porque ahora es cuando empiezo mi análisis.
Señoras y señores. Miembros y miembras. Con todos ustedes, “Pi. Fe en el caos”. Primer trabajo cinematográfico de Darren Aronofsky del año 1998. Imprescindible película de culto para unos, insufrible bodrio pretencioso para otros. La cosa va más o menos de lo siguiente. Max Cohen es un matemático que está obsesionado con encontrar una fórmula que permita predecir las fluctuaciones de la Bolsa. Encontrar la armonía matemática dentro del caos. Sin embargo, la fórmula que acaba encontrando le lleva al número Pi. Es la combinación numérica que lo controla todo. Es, en esencia, la realidad matemática de Dios.
El gran reproche que la religión siempre le ha hecho a la ciencia es que la reducción de la realidad a números no puede ser el único método de conocimiento. Hay realidades que los meros datos no pueden reflejar, como los sentimientos y las emociones. La ciencia dice que Dios no existe, porque no hay pruebas de su existencia. Los defensores de la fe dicen replican que la ciencia pura y dura no puede demostrar nunca la existencia de Dios. Según este principio, Dios existe porque la ciencia es un método de conocimiento imperfecto que no puede explicar ciertas realidades. Una de ellas, la divinidad. Pero hete aquí, que accidentalmente el insoportable protagonista de nuestra historia descubre accidentalmente a través de Pi el patrón de Dios en la creación. No sé que tendrá que ver Dios con la Bolsa. Pero, a juzgar por esto de la crisis, diría que a la Bolsa no la entiende ni Dios. La fórmula es tan compleja, que funde todo ordenador por la que pasa. Al protagonista, no se le ocurre otra idea que memorizarla en su cabeza. Desde el principio, sufre terribles migrañas. Una vez memorizado el número, estas jaquecas van a más. Son insoportables. Sólo le alivia la idea de calmarlas clavándose objetos punzantes en el cerebro. Mientras, le persiguen una corporación empresarial y una cábala judía que quieren hacerse con el control de la fórmula. Casi al final, nuestro Max se rapa la cabeza, y ¿sabéis qué forma tiene una cicatriz que encuentra en su cabeza? Pues eso, el símbolo de Pi. Claro, al final tiene que hacerse una lobotomía forzosa para extraerse este conocimiento de la mente.
Película rodada en un blanco y negro sucio, con banda sonora tecno rechinante, que busca deliberadamente inquietar al espectador. Escenas de sueños en los que aparecen cerebros en medio de la estación o en el lavabo. Moscas, cucarachas y bichos que se electrocutan en el complejo sistema informático que el protagonista tiene en su desastroso cuatro. Ordenadores que sueltan líquidos viscosos. Efectos todos que buscan causar este desasosiego mientras se pretende contar una historia trascendente. El problema es que Aronofsky no es Kafka y tampoco tiene ni idea de matemáticas. Es el inconveniente de tratar de ser pretencioso cuando haces tu primera película con 29 años. Porque en el fondo, es una chorrada más en la línea de El código da Vinci. Sólo que ésta está dirigida por alguien que se cree un Autor. Los monjes del Opus que van matando a tiro limpio, con el cilicio colocado en la pierna, aquí son sustituidos por cuatro trajeados de Wall Street y cuatro rabinos, que van persiguiendo al protagonista por una estación de Metro.
La primera vez que oí hablar de la película fue hace unos nueve años cuando todavía trabajaba en Benidorm. Me mandaron a hacer una entrevista a un chaval de Bellas Artes que había hecho un corto, inspirado en ella. Ay, ya vuelvo a divagar de nuevo. Pero es que hay tantos temas de conversación mejores. Dicen que la próxima del Aronofski es un remake de Robocop. En serio, está previsto estrenarla en 2010.
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Sed de Cine


Propone: Juli
Comenta: Pepe


Hoy traemos a nuestro cineclub, después de un paréntesis por el que pedimos disculpas a nuestros lectores (si es que queda alguno), la genial película de Orson Welles "Sed de mal", película fronteriza protagonizada por Charlton Heston, Janet Leigh, Akim Tamiroff, Marlene Dietrich, Zsa Zsa Gabor y el propio Orson Welles.

Heston está genial en el papel de un policía mexicano de recta moral enfrentado a toda una panda de mafiosos fronterizos y policías corruptos norteamericanos, capitaneados por el personaje al que da vida Orson Welles, en uno de sus papeles más redondos, y no sólo por la redondez de su obesidad, sino por lo matizado de su actuación. Una especie de Jack Falstaff oscuro, desprovisto del encanto bufonesco del personaje de Shakespeare que el propio Welles interpretó en Campanadas a medianoche, también proyectada en nuestro club.

Sólo con la sinopsis ya vemos la voluntad transgresora de Welles, que abofetea a sus bienpensantes compatriotas con una película en la que los malos son los americanos y el héroe un hombre del otro lado de la frontera. Para la Norteamérica de aquellos años, y para la actual, para el concepto mismo de América, es muy importante la visión del mundo como un lugar peligroso que amenaza con su maldad el reducto de bienestar, democracia y valores positivos que sólo lo americano puede representar, salvaguardar y difundir.
Pero la frontera, omnipresente escenario del film, ya desde su magistral plano inicial, celebérrimo plano secuencia de tres minutos de duración, es también la metáfora en la que se mueven los personajes, siempre al filo de la navaja entre lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo amoral, el bien y el mal, en definitiva, a punto de caer de un lado o del otro, hasta que al final, lo hacen, para que nos enteremos de que las cosas no eran del todo como pensábamos, que aún con la resolución final se abre una nueva línea de debate, un elemento de desasosiego, un matiz más, la constatación última de que ninguno de los personajes, y por extensión ninguno de nosotros, está al cien por cien de un lado de la frontera, que todos somos, de una manera u otra, fronterizos.
En la secuencia inicial, que aquí os dejo, la cámara deambula de un lado a otro de la frontera, ejemplificando con su elegante movimiento toda la película que le seguirá, todo aquello de lo que hablábamos antes. Con estas cosas, no es dificil comprender por qué ésta y otras películas de Orson Welles son famosas precisamente por su manera de abrir fuego: