viernes, 27 de junio de 2008

ESPAÑA Y (SU)REALISMO


Propone: Carlos
Comenta: Pepe

Una moto con sidecar llega a un pueblo ficticio (localizado en la serranía de Albacete). La montan Luis Ciges y Antonio Resines, a la sazón padre e hijo, y el primer habitante del pueblo que encuentran es un negro vestido de pastor. El resto del pueblo está en misa, ya que el cura es algo cercano a una pop star. El maestro canta góspel. El médico es un sibarita del buen morir, su mujer pare gemelos de forma instantánea, en los bancales crecen hombres como si fueran coles, la puta del pueblo se elige por riguroso sufragio universal, el suicida intercambia su papel con un personaje huérfano de frase, un argentino es encarcelado por plagiar a Faulkner, los borrachos hacen cola en el bar para recibir ordenadamente su dosis mientras discuten de existencialismo.

El etcétera puede ser tan largo como queráis. Las situaciones se suceden con rapidez y acelerado delirio, entrando y saliendo de la escena los intérpretes que conforman uno de los repartos más espectaculares que se recuerdan. Lección de historia del cine español.

Chanante antes del chanantismo, Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1988) es una película delirante, absurda, surrealista a más no poder y que sin embargo refleja de forma retorcida pero magistral las esencias de esta cosa que llamamos España (algunos dirán de la España profunda, pero a mi me suena a pleonasmo), esas cosas que tanto atacó Machado y a las que Unamuno acabó cogiéndoles cariño. Y es que nada refleja mejor nuestra esencia, y también nuestra historia, que la tendencia a tratar de forma normal lo que es un puro sinsentido. Y la contradicción. Y la capacidad para lo más sublime y lo más brutal en cada uno de nosotros. Y el sentido del humor, por supuesto.

Con todo lo que ha llovido, y con lo que aún tiene que llover, no es poca cosa conservarlo y poder decir, aunque no sepamos por dónde saldrá el sol, “Amanece, que no es poco”.

miércoles, 18 de junio de 2008

La boda de Muriel

Propone: AlbertoComenta: Miguel


La boda de Muriel es una de esas películas en las que su protagonista acaba devorando al actor que la representa, por eso su actriz principal, Toni Collete, es y será siempre Muriel; es lógico que esto ocurra ya que Muriel no es lo que se dice una heroína al uso; su hermana se pasa todo el día diciéndola “eres mala Muriel”, pero en realidad Muriel no es sólo mala, es simplemente inclasificable; tiene un físico difícil, un padre prepotente y destructivo, una madre H , unos hermanos como ella, ninguna capacidad para integrarse en el mundo laboral, y unas petardas a las que considera sus amigas, por eso solo le queda un camino, ser una eterna niña, encerrase en su mundo de canciones de ABBA y esperar a que algún príncipe azul se case con ella. Casarse supondría ser la elegida, el único triunfo al que puede aspirar. Pero un buen día Muriel decide ponerse manos a la obra y convertirse en la persona que siempre deseó, su metamorfosis no se produce por aparición de ningún adonis, sino mas bien obligada por las circunstancias y gracias a su reencuentro con una compañera de instituto interpretada por Rachel Griffiths, con quien dejará su pueblo natal para ir a Sydney. La nueva Muriel tiene que enfrentarse por primera vez a la vida, y la consecuencia es que todos sus defectos y virtudes se multiplican, transformándose en un ser aún más inclasificable.
La boda de Muriel es una de esas películas imprescindibles, disfrazada de comedia esconde un verdadero drama; podría ser una versión distorsionada y amplificada de nuestra propia adolescencia, cuando andábamos perdidos con escasa autonomía, insatisfacción con nosotros mismos, dificultad para encajar con los demás y para materializar un proyecto vital… después la vida te va dando una de cal y otra de arena, con un poco de esfuerzo, un mucho de amigos y un montón de suerte nos van ocurriendo cosas fascinantes y acabamos al fin encontrándonos.



viernes, 13 de junio de 2008

Uno de los vuestros


Propone: David
Comenta: José Antonio


David nos propuso en la última edición del Golfa la impresionante película Ciudad de Dios, el debut en la dirección del director brasileño Fernando Meirelles.
Como en el cine de Scorsese, la película nos muestra la vida en los bajos fondos pero no de Nueva York. La acción se traslada a Río de Janeiro y vemos el auge del crimen organizado en una historia que empieza en los años 60 y acaba en los 80.

El protagonista Buscapé se empapa de este ambiente de crimen y violencia desde que empieza la cinta, a la tierna edad de once años. Sin embargo, a diferencia de la famosa película de Scorsese, Uno de los nuestros, no es un estilo de vida que el protagonista admita y tenga idealizado. Ray Liotta decía orgulloso en la cinta de Scorsese que desde niño siempre había querido ser un gangster . A pesar de que el ambiente en el que se ha criado lo hace candidato perfecto para ser carne de cañón, Buscapé intenta desmarcarse de todo este ambiente y quiere labrarse un provenir. De ahí el título del comentario. Algo de esperanza sí que tiene la película, porque al final llega a ser fotógrafo de prensa. La gente que conoció en la infancia en la favela y que está dentro de las bandas le permitirá ser un testigo excepcional de la guerra por el control de la droga y retratarlo con su modesta cámara de fotos.

En el otro lado, está Dadinho, un perfecto psicópata que comete su primera masacre con once años. No es que quiera ser un gangster, es que le encanta ver cómo salpica la sangre y gritar a sus víctimas. Cuando se hace mayor se convierte en Zé Pequeño y es uno de los grandes jefes del crimen organizado. Zé Pequeño es brutal y disfruta causando sufrimiento. Como un Rajoy cualquiera, al final acaba recogiendo la misma violencia que él mismo ha sembrado.

Pese a estos dos personajes tan opuestos, tampoco hay una distinción tan clara entre buenos y malos y hay muchos tonos de gris. Hay buenos que no son tan buenos y malos que no son tan malos. El mejor amigo de Ze Pequeño, pese a que puede ser tan sanguinario como él si se lo propone, es quien le mantiene a raya y a menudo le refrena en sus salidas de gatillo fácil. También está el personaje del conductor de autobús, que se presenta como héroe cuando trata de vengarse de las personas que violaron a su novia y acaba atrapado dentro de la espiral de violencia, convirtiéndose en un peón de las bandas rivales en su guerra contra Pequeño.

Muy violenta pero muy real, con un ritmo frenético que no da ni un momento de respiro. Es una perfecta actualización a los tiempos modernos de las viejas películas de gángsters americanas. Dicen que es imprescindible verla en versión original, aunque nosotros nos tuvimos que conformar con la versión doblada.