viernes, 21 de febrero de 2014

El lago de los cisnes

Hoy os proponemos que, antes de empezar a leer, pulséis el play de este vídeo y os dejéis acompañar por la música del final de la película.


Propone: Virginia
Comenta: Rubén




Durham es una bella ciudad al norte de Inglaterra y al sur de Escocia, pero en territorio inglés, cuya fundación data del año 995, en 1832 funda su propia universidad, la tercera en el Reino Unido y, además, en 1986 fue declarada patrimonio de la Humanidad. Pero esta idílica y milenaria ciudad también fue escenario de la famosa huelga minera del Reino Unido de 1984 y 1985, exactamente desde el 19 de noviembre de 1984 hasta el 3 de marzo de 1985, en la que murieron tres personas y supuso el principio del neoliberalismo thatcheriano, tan admirado por algunos políticos actuales.

En este ambiente de conflictividad laboral se desarrolla la película Billy Elliot, filme grabado en el año 2000, dirigida por Stephen Daldry (en 2002 dirigió Las Horas y en 2008 The Reader) y que fue la gran vencedora de los BAFTA de ese año, alzándose con el premio en las categorías de mejor película británica, al mejor actor para Jamie Bell y a la mejor actriz de reparto para Julie Walters. Jamie Bell interpreta al protagonista Billy Elliot (y años más tarde será Tintín) y Julie Walters es su profesora de baile.


He leído en la Wikipedia que Jamie proviene de una familia de bailarines (su hermana, su madre, su tía y su abuela lo fueron o lo son), que nació cuando su madre tenía dieciséis años y no conoce a su padre biológico y que logró el papel tras superar a otros dos mil aspirantes en el casting. Al parecer una vida dura que se ha visto recompensada con el éxito de sus dos películas más famosas, aunque ha trabajado en muchas más, por ejemplo en Banderas de nuestros padres.

En ese ambiente dedicado al baile, Jamie se estrenó con seis años en las clases de danza, lo que supone que en la película quien baila es él. Recuerdo que en el debate posterior al visionado de la película comentábamos si realmente bailaba el chiquillo o era un doble. No he conseguido encontrar el dato, pero si llevaba desde los seis años danzando el zagal (en sentido literal) y contaba con catorce cuando interpretó a Billy Elliot, es de suponer que, tras ocho años de dedicación al arte de la Musa Terpsícore, sería él quien ejecutase los bailes.


El argumento es conocido, Billy Elliot es hijo y hermano de mineros en huelga, en esa misma ciudad que casi abría el comentario, huérfano de madre, que viven todos con la abuela en un barrio de trabajadores. El padre apunta a Billy a clases de boxeo, tan tradicional en el Reino Unido, pero él se siente atraído por el ballet y comienza a cambiarse de clase sin que su padre lo sepa. A todo esto, el mejor amigo del protagonista sale del armario, por lo que cuando el padre de Billy se los encuentra bailando en Nochebuena en el gimnasio del Centro Social, casi arde Troya, pero el niño, con coraje, le demuestra al padre cuál es su verdadera vocación y entre todos, incluida la maestra y los grandes esfuerzos de un padre que renuncia a sus ideales por conseguir que su hijo los alcance, logran que el pequeño Billy se acerque un poco más a un sueño familiar pues la abuela siempre quiso ser bailarina y nunca lo consiguió.


Y así fue como un pequeño patito feo, de una charca chiquita y turbia, con el esfuerzo combinado de toda una comunidad, logra convertirse en todo un cisne en un gran lago, en un cisne de la danza. 





viernes, 14 de febrero de 2014

Peck desencanta

Propone: Manuel
Comenta: José Antonio


Los años 70 fueron una época de desencanto. Todo el optimismo y los aires de cambio que se iniciaron en los 60 se fueron al traste a la siguiente década. Una serie de acontecimientos fueron conformando una sociedad más cínica y escéptica: el asesinato de Kennedy, la guerra de Vietnam, la dimisión de Nixon. En el cine todo también fue sometido a revisión. Los lugares idílicos de las aventuras clásicas resultaron ser unos sucios y alejados del romanticismo que aparecían en la pantalla. El western no era tan bonito, los piratas eran asesinos sin escrúpulos y la guerra no era tan heroica. Los finales que eran felices ya no tenían por qué serlo tanto. Y en este contexto tenemos una de esas joyitas que Manuel nos trajo el Cineclub Golfa: Yo vigilo el camino de Johh Frankenheimer rodada en el año 1970.


Frankenheimer pertenece a una generación de directores que procedía del medio televisivo, la primera que empezó trabajando para la pequeña pantalla y luego dio el salto a la grande. Durante los 60 hizo algunas de sus mejores películas como Siete días de mayo (que cuenta un golpe de estado militar en los Estados Unidos) y El mensajero del miedo (película que seguro habrán visto mucho los guionistas de Homeland). Yo vigilo el camino era una obra desconocida para mi hasta ahora de este director. No es uno de sus mejores trabajos, pero me dejó un buen sabor de boca. Conforme avanzaron los 70 y los 80, Frankenheimer fue haciendo thrillers más convencionales y se le fue pasando el arroz, a nivel artístico. Uno de sus últimos éxitos fue Ronin con Robert DeNiro al frente del reparto.


Yo vigilo el camino está protagonizada por un Gregory Peck en plena madurez con un papel que se aleja de los clásicos papeles de galán y de héroe que venía encarnando. Su personaje es aparentemente nuestro Peck de siempre, la buena persona y de correctos principios. Pero ha llegado a un punto en el que se ha aburrido de la monotonía de su vida y entra en una espiral de autodestrucción que hasta él mismo sabe que no puede terminar nada bien. El protagonista es el sheriff de un pueblecito de la América profunda, encargado de proteger a un atajo de paletos por el que no puede evitar sentir más que hastío, atrapado en un matrimonio en el que la pasión hace tiempo que murió y cuidando de su anciano padre con demencia senil. Un día se enamora de la hija adolescente del clan responsable de una destilería ilegal que se acaba de afincar en el pueblo. Sólo esa sensación de vida desperdiciada en el que se ha convertido su existencia puede explicar cómo puede elegir meterse en una relación que cualquiera con dos dedos de frente, y el personaje de Peck los tiene, está abocada a la fatalidad. Además se trata de un amor no correspondido. La joven sólo está con él incitada por su padre y sus hermanos para poder controlarle y asegurarse de que la Ley no interfiere en sus negocios. Los sentimientos que la joven despierta en el maduro sheriff provocan que éste se enfrente al vacío de su existencia y entre en una dinámica en la que sólo puede reaccionar ante lo que le ocurre y sabiendo que el único camino que tiene es seguir hacia adelante. Aunque eso signifique pasarse al lado oscuro (expresión que como todo fan galáctico sabe se inventó muchos años después). La historia debió ser toda una conmoción para todos aquellos que crecieron con una imagen idealizada de Aticus Finch (el inolvidable personaje de Peck en Matar a un ruiseñor, y que figura en nuestro cuadro de honor) al ver cómo su héroe se deja corromper por una jovencita. Quizá el liarse en alguien que podría ser su hija, incluso su nieta, se explique por el afán de su personaje por entregarse a una inocencia que añora y que sabe que hace muchos años que dejó atrás. Como planteaba en Vértigo, ¿se ha enamorado de la persona o de la imagen ideal que él se ha formado de ella?



Otro aspecto destacado de la peli es el papel del ayudante que está encarnado por Charles Durning, que es el prototipo del déspota con placa, a quien le encanta abusar de su cargo y disfruta haciendo sufrir a todos los que infringen la Ley. No es que se corrompa, es que ya está corrupto. La historia está acompañada de una excelente banda sonora de Johnny Cash que da la atmófera adecuada a la película. Todo constata que los felices 60 quedaron atrás. Es la era del desencanto.

viernes, 7 de febrero de 2014

Ha nacido una estrella

Propone: Rubén
Comenta: José Antonio



Segunda película del ciclo dedicado a la ciudad de Roma de Rubén. «Vacaciones en Roma» fue la película que lanzó al estrellato a Audrey Hepburn. Un clásico instantáneo por el que no pasan los años y obra cumbre de la comedia romántica. La pareja Audrey Hepburn-Gregory Peck desprende química en la pantalla en todos los fotogramas de la película, aunque fue la única que interpretaron juntos. Ella es una joven princesita de un país imaginario, aburrida de las formalidades de la realeza, que durante una visita oficial a Roma aprovecha para escaparse y ver en sus carnes lo que es una vida normal. Él es un periodista a la caza de la exclusiva de su vida y acaba perdidamente enamorado. La historia entre la princesa y el periodista es uno de esos romances imposibles que aún sigue emocionando.Porque no sólo París es la ciudad del amor en el cine. Roma sigue dando juego para grandes y apasionados romances. Además en esta película, la ciudad destruída por la Segunda Guerra Mundial ya ha quedado atrás y vuelve a lucir en todo su esplendor tras la reconstrucción.  El film es un cuento de hadas que el pasado septiembre cumplió la friolera de sesenta años. Eran otros tiempos en los que muchos soñaban con la realeza y cuando la sangre azul no era investigada por delitos fiscales. Cuando la palabra princesa del pueblo no era sinónimo de choni. La película está dirigida por William Wyler, uno de los grandes clásicos de Hollywood, un artesano que igual te hace un drama, como una comedia romántica o un western. Y ya que estamos hablando de Roma, Wyler también dirigió una de las que para mí es la película de romanos por excelencia: Ben Hur.


Si antes decíamos que una de las claves de la película es la química entre su pareja protagonista, resulta que ninguno de los dos iban a ser las estrellas iniciales del cartel. Él iba a ser Cary Grant, pero el papel fue ofrecido a Peck después de que el primero lo rechazara. Años más tarde, Cary Grant protagonizó otra película con Audrey Hepburn cuando ella ya era una estrella consagrada: Charada, que ya tuvimos ocasión de ver y de comentar en nuestro cineclub. Para encarnar a la princesa protagonista, se había pensado en Elizabeth Taylor. Sin embargo, tras las pruebas de cámara Wyler quedó inmediatamente fascinado con Hepburn. El director estaba revisando las audiciones cuando vio las imágenes de la joven actriz una vez acabada la prueba relajada y sonriente. Wyler supo que había encontrado a su protagonista. Otra de las curiosidades de la película es que el director se atrevió a contar con Dalton Trumbo como uno de los guionistas, a pesar de que aparecía en las listas negras del Gobierno por sus tendencias comunistas. Su nombre no apareció en su día en los títulos de crédito, hasta que años más tarde, tras una de las reediciones de la película, se le acreditó su intervención.



Los productores tenían intención de destacar en los créditos y carteles de la película el nombre de Gregory Peck, dado que Audrey Hepburn era por aquel entonces una desconocida. Peck hizo que los nombres de los dos se destacaran por igual, en reconocimiento al gran trabajo que había hecho la actriz. Y con razón, porque después de esta película nació un nuevo mito en el estrellato de Hollywood. La imagen de Audrey Hepburn ha quedado asociada a las calles de Roma (años después también a la de la fachada de Tiffany's en New York) y frecuentemente solía regresar a esta ciudad donde era perseguida por paparazzis como los que aparecen en la película. Años después, Tom Hanks y Julia Roberts homenajearon a esta película haciéndose la foto en la Vespa, dando lugar a ese ridículo episodio en el que la Dirección General de Tráfico española pretendió multarles por aparecer sin casco.