Propone: Juli
Comenta: Pepe
Hoy traemos a nuestro cineclub, después de un paréntesis por el que pedimos disculpas a nuestros lectores (si es que queda alguno), la genial película de Orson Welles "Sed de mal", película fronteriza protagonizada por Charlton Heston, Janet Leigh, Akim Tamiroff, Marlene Dietrich, Zsa Zsa Gabor y el propio Orson Welles.
Heston está genial en el papel de un policía mexicano de recta moral enfrentado a toda una panda de mafiosos fronterizos y policías corruptos norteamericanos, capitaneados por el personaje al que da vida Orson Welles, en uno de sus papeles más redondos, y no sólo por la redondez de su obesidad, sino por lo matizado de su actuación. Una especie de Jack Falstaff oscuro, desprovisto del encanto bufonesco del personaje de Shakespeare que el propio Welles interpretó en Campanadas a medianoche, también proyectada en nuestro club.
Sólo con la sinopsis ya vemos la voluntad transgresora de Welles, que abofetea a sus bienpensantes compatriotas con una película en la que los malos son los americanos y el héroe un hombre del otro lado de la frontera. Para la Norteamérica de aquellos años, y para la actual, para el concepto mismo de América, es muy importante la visión del mundo como un lugar peligroso que amenaza con su maldad el reducto de bienestar, democracia y valores positivos que sólo lo americano puede representar, salvaguardar y difundir.
Pero la frontera, omnipresente escenario del film, ya desde su magistral plano inicial, celebérrimo plano secuencia de tres minutos de duración, es también la metáfora en la que se mueven los personajes, siempre al filo de la navaja entre lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo amoral, el bien y el mal, en definitiva, a punto de caer de un lado o del otro, hasta que al final, lo hacen, para que nos enteremos de que las cosas no eran del todo como pensábamos, que aún con la resolución final se abre una nueva línea de debate, un elemento de desasosiego, un matiz más, la constatación última de que ninguno de los personajes, y por extensión ninguno de nosotros, está al cien por cien de un lado de la frontera, que todos somos, de una manera u otra, fronterizos.
En la secuencia inicial, que aquí os dejo, la cámara deambula de un lado a otro de la frontera, ejemplificando con su elegante movimiento toda la película que le seguirá, todo aquello de lo que hablábamos antes. Con estas cosas, no es dificil comprender por qué ésta y otras películas de Orson Welles son famosas precisamente por su manera de abrir fuego:
5 comentarios:
Vaya con el discursito antiyanqui!
Ni política ni religión, etc.
Pero, como siempre que salen estos temas, entro al trapo.
¿Os imagináis a la tan demócrata Europa con presidentes miembros de minorías raciales?
Por ejemplo, en España un gitano, en Francia un argelino, en Gran Bretaña un paquistaní. Y sin embargo, en los malvados USA tienen un negro.
Tanto con lo de las primarias como con las propias elecciones, yo creo que nos han dado una lección de democracia.
Por cierto, la parte de cine del comentario me ha gustado mucho.
¿Dónde ves el discursito antiyanqui? En todo caso he expresado una opinión antropológica...y cinematográfica: Como en Perros de Paja, de Sam Peckimpah, o eldorado, de Howard Hawks, uno de los pilares de la cultura americana es la defensa del propio territorio (la casa) de los que la amenazan desde fuera (aunque sea uno de los pocos países que nunca ha sufrido una invasión en su territorio)
Parece mentira que no sepas que no soy nada partidario de los pros y los anti.
Viva Obama!
Bueno posiblemente esa América con la que se mete Welles en esta película puede que sea la que no ha votado a Obama.
Por cierto, me ha dicho que el final de esta película provoca un deseo irrefrenable de comer Doritos en la cocina. ¿Será verdad?
¿Es que tú no te levantas con hambre de la siesta?
Publicar un comentario