Propone: Iván
Comenta: Rubén
Yo
también fui “maristón”. O lo sigo siendo porque no sé si esto caduca en algún
momento. Un”maristón” es el apelativo, supongo que cariñoso, por el cual se
conoce a las personas que estudian o han estudiado en algún colegio de los
Hermanos Maristas. Así que cuando Iván trajo al cineclub Saint Ralph me
hizo recordar mis ocho años de la extinta E.G.B. compartida entre la Avenida
del General Mola (sí, en aquellos remotos años de una existencia sin móvil se
llamaba así) y la de la Isla de Corfú, que jamás se llamó del Beato Marcelino
Champagnat muy a pesar de los pseudocuras recién mudados.
En fin, Saint
Ralph, conocida en España como En busca de un milagro, es una
película canadiense del año 2004, escrita y dirigida por Michael McGowan y
protagonizada por Adam Butcher y Campbell Scott, que se estrenó ese mismo año
en el Festival Internacional de Cine de Toronto. La película ha ganado
bastantes premios no sólo en Canadá sino también en certámenes internacionales,
destacando quizá los premios obtenidos en París, en el
“Festival de Cine de Grand Prix Award”; y en su propio país el premio del
“Sindicato de Directores de la concesión de Canadá para el Aprovechamiento del
Equipo Sobresaliente en una Película Familiar” que lo he seleccionado por tener
el título más largo.
La cinta cuenta
el esfuerzo de un muchacho por correr el Maratón de Boston en busca de un
milagro, como dice el título, un milagro para su madre que está enferma.
Profundizando un poco más en la historia, nuestro protagonista, Ralph Walker
(podría haberse apellidado Runner), un chico huérfano de padre y conflictivo
que estudia en los Maristas se apunta no voluntariamente en el equipo de
carreras de campo a través del colegio para así desviar su vitalidad y ardor
juvenil hacia fines más honrosos. Allí conoce al entrenador del equipo, el
Padre George Hibbert, un sacerdote que esconde un pasado con secreto casi
inconfesable. Y así se oponen las dos tendencias educativas pues, mientras el
director del colegio, el Padre Fitzpatrick, quiere expulsar del centro a Ralph
si no cambia su comportamiento y trata de educarlo a base de vara de avellano,
el cura-entrenador George ve potencial físico en el chiquillo y lo ayudará a
encontrar el milagro que Ralph busca para su madre y de paso encarrilará al
protagonista hacia una nueva vida, sabiendo extraer lo mejor que hay dentro de
él.
Pero cuando el
rancio “maristón” de Fitzpatrick, que encarna los valores más tradicionalistas
de una educación católica, se entera de la intención de Ralph de correr el
Maratón de Boston, lo amenaza con la expulsión, al igual que al Padre Hibbert.
Aquí se encuentra el clímax del film, pues ambos protagonistas se enfrentan a
la decisión de desobedecer a un superior creyendo en la posibilidad del milagro
o arrojar por la borda todos sus sueños y someterse a la férrea disciplina.
Evidentemente,
acuden a competir, retando con su decisión las normas humanas establecidas,
encomendándose al poder divino y a sus normas. Destaca en este momento la
típica tensión entre toda una comunidad local que sigue por radio la carrera y
apoya a su mini héroe y la ira (pecado, pecado que Fitzpatrick no domina) que
el director del colegio siente ante la desobediencia civil de su cura y de su
alumno.
¿Ganará la
carrera Ralph? ¿Saldrá su madre del coma? ¿Será expulsado el Padre George
Hibbert y de esta forma será apartado del sacerdocio? ¿Se obrará el milagro?
Si quisieres estas dudas resolver,
Saint Ralph, lector, habrás de ver.
3 comentarios:
La verdad es que gustó mucho entre los seguidores del Cineclub pero a mi me dejó un poco indiferente. De hecho, agradezco a Rubén que haya hecho el comentario porque yo era incapaz de decir nada sobre ella.
P. D.: Que conste que no estoy diciendo que sea una mala película. Simplemente no conectamos. No sós vos, soy yo.
No recuerdo yo que gustara tanto. Una película de curas buenos, donde se ha visto tal memez?
Y de curas con chicos jóvenes que no termina mal. Igual era una película de ciencia-ficción, una distopía.
De todos modos, no todos los curas son malos, aunque cuando yo estudié en Maristas, pocos eran los buenos.
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