viernes, 17 de enero de 2014

Presunta obra menor

Propone: Esther
Comenta: Pepe


Francis Ford Coppola es comúnmente reconocido como uno de los grandes de la historia del cine. Aunque sólo fuera por haber creado una trilogía como la de El Padrino, que debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, yo no puedo sino estar de acuerdo con esa afirmación. No es de extrañar, pues, que al afrontar el comentario de La Conversación, la expresión “obra menor” sobrevuele nuestras mentes, ya que fue estrenada justo entre las dos primeras partes de El Padrino, el mismo año que El Padrino, parte II ganó seis oscars.  Pero sería injusto porque estamos ante una película de acabado brillante, construcción depurada y excelentes resultados. Una película de producción más modesta, sí, pero que vista aisladamente, sin dejarnos influir por sus hermanas “mayores” se revela como una gran película.


La Conversación es una película de suspense en la que un investigador privado experto en escuchas es contratado para un caso en el que, como sucede a menudo en esta clase de tramas, nada es lo que parece, desde el principio hasta la sorpresa final. Una historia que nos remite sin duda a Hitchcock. Especialmente a La ventana indiscreta, por el carácter fragmentario, la obligación del protagonista de reconstruir un relato coherente a través de fragmentos deficientes de información: en la película de Hitchcock tenemos que reconstruir una historia a través de fragmentos de imagen, captados a través de las ventanas de un apartamento; en la de Coppola nos ocurre lo mismo, pero con fragmentos de sonido. Y al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hacemos cuando vemos una película, reconstruir una historia a través de fragmentos? En definitiva, adoptar un punto de vista, el del director, a través del héroe, y hacerlo nuestro. Ambos cineastas están, pues, hablándonos también del cine mismo. Algo parecido a lo que hizo, desde una perspectiva más "autoral", si me permitís la palabra, Michelangelo Antonioni en Blow Up. Pero las coincidencias terminan ahí. Sorprendentemente, Coppola nos lleva a adoptar el punto de vista equivocado. Lo que creemos deducir de aquello que oímos nos lleva a conclusiones erróneas. Parece querer decirnos que no siempre se puede hacer caso de lo que se deriva de la información que tenemos, que las informaciones, por bien relatadas que estén, hay que ponerlas en cuarentena. Que nos pueden estar manipulando y engañando. Una tesis que es perfectamente coherente, por cierto, con el momento en que se rodó la película, esos primeros años setenta en los que el pueblo americano despertaba de su inocente sueño a causa de cosas como la guerra de Vietnam y el caso Watergate (en el que, por cierto, había un lugar de honor para los magnetófonos). 


En la película de Coppola, además, el propio investigador se verá influenciado por aquello que investiga, y sus sentimientos y complejidades interiores llevarán a la película hacia los territorios del drama psicológico, apoyada en la fabulosa interpretación de Gene Hackman, que sin apenas diálogos es capaz de transmitir la angustia que esconde su personaje detrás de su fachada impertérrita de perfecto profesional. pondremos un solo ejemplo: La escena final, con Hackman tocando el saxofón en medio de la ruina en que se ha convertido su apartamento, ambos a la vez destruidos y liberados, es una bella imagen de cierre y un colofón estupendo para la historia que nos acaban de contar. 



La película acabó llevándose la Palma de Oro en el festival de Cannes de aquel año prodigioso para Coppola y aún hoy podemos rastrear su influencia en productos tan exitosos como la película La vida de los otros o la serie Homeland, cuyo parecido con La Conversación, jazz incluido, es más que evidente. Así pues, de obra menor, nada de nada.


2 comentarios:

J. Antonio dijo...

Las historias pequeñas tienen su grandeza. Bienvenido al blog, señor editor.

Rubén dijo...

Yo soy un incondional de Hackman desde que lo descubrí en "Arde Mississippi". Cualquier película en la que actúe me parece genial y si le sumamos un director como Copola el resultado es esta bella cinta.
Me agradó la película.