Propone: Alberto
Comenta: Pepe
Estamos de estreno, ya que en esta recta final del ciclo siete de nuestro cineclub se van a incorporar dos nuevos miembros al mismo.
El primero es Alberto, que en su primera elección nos trajo Un rey en la Habana, dirigida e interpretada por Alexis Valdés, actor cómico más o menos conocido por sus incursiones televisivas. Si no me equivoco viene de la cantera del No te rías que es peor, que tantos mediosdías nos acompañó en los primeros años noventa.
En este caso nos cuenta la historia de un actor cubano enamorado hasta las trancas que, por culpa de los engaños de la madre de su enamorada, acabará haciendo de todo para recuperarla, entre otras cosas cruzar el charco, hacerse pasar por un mafioso español de medio pelo y meterse en el mundillo del hampa puticlubera de esta nuestra piel de toro.
Así contado suena un poco a batiburrillo, y efectivamente eso es, un batiburrillo de elementos dispares apenas hilvanados. La película tiene un arranque prometedor, empezando con un rollo de humor negro que podría haber sido muy fructífero, pero enseguida deriva hacia el humor de trazo grueso, ramplón y chabacano, que recurre constantemente al tópico (un enano negro vestido de marinerito, por poner el más flagrante ejemplo).
Añadiremos, como curiosidad, que los escenarios habaneros de esta película se localizaron en Canarias, ya que el régimen castrista no dio permiso para rodar la película en Cuba. Sólo pudieron grabarse algunos pocos planos, de forma casi clandestina, con la excusa de estar preparando un documental.
Comenta: Pepe
Estamos de estreno, ya que en esta recta final del ciclo siete de nuestro cineclub se van a incorporar dos nuevos miembros al mismo.
El primero es Alberto, que en su primera elección nos trajo Un rey en la Habana, dirigida e interpretada por Alexis Valdés, actor cómico más o menos conocido por sus incursiones televisivas. Si no me equivoco viene de la cantera del No te rías que es peor, que tantos mediosdías nos acompañó en los primeros años noventa.
En este caso nos cuenta la historia de un actor cubano enamorado hasta las trancas que, por culpa de los engaños de la madre de su enamorada, acabará haciendo de todo para recuperarla, entre otras cosas cruzar el charco, hacerse pasar por un mafioso español de medio pelo y meterse en el mundillo del hampa puticlubera de esta nuestra piel de toro.
Así contado suena un poco a batiburrillo, y efectivamente eso es, un batiburrillo de elementos dispares apenas hilvanados. La película tiene un arranque prometedor, empezando con un rollo de humor negro que podría haber sido muy fructífero, pero enseguida deriva hacia el humor de trazo grueso, ramplón y chabacano, que recurre constantemente al tópico (un enano negro vestido de marinerito, por poner el más flagrante ejemplo).
Añadiremos, como curiosidad, que los escenarios habaneros de esta película se localizaron en Canarias, ya que el régimen castrista no dio permiso para rodar la película en Cuba. Sólo pudieron grabarse algunos pocos planos, de forma casi clandestina, con la excusa de estar preparando un documental.
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