
Érase una vez una enfermera muy buena, muy buena, muy buena. Vivía muy feliz al frente de su manicomio donde cada día atendía a sus queridos pero chiflados pacientes. Hasta que un día llegó al sanatorio un violador que se hacía pasar por loco con el único propósito de que no le encerraran en la cárcel. Pronto el nuevo paciente empezó a hacer de las suyas socavando su autoridad y animando al resto a que no se sometieran a las rígidas reglas de la institución mental.

Que si animarles a ver el partido, que si sacarlos a pasear en barco y hasta traerles putas al sanatorio. Lo preocupante es que los anárquicos métodos del nuevo inquilino empezaban a tener efectos positivos en el resto de sus compañeros, que reaccionaban a sus extravagantes terapias. Unos efectos mucho más beneficiosos que tenerlos puestos de medicación hasta arriba y someterlos a terapia de electro shock. ¡Qué peligro! Porque lo importante, amigos míos, no es que los locos se curen, si no mantener la disciplina y que se enteren de quién es el que manda. Si para ello es necesario lobotomizarlos, o que revivan sus peores traumas, no pasa nada, porque la disciplina es lo primero y lo demás son chorradas. ¿Derechos de los pacientes? Pero si son unos majaretas, vamos por favor. ¿Quién se ha creído este degenerado que es? ¿No podría quedarse calladito y obedecer como todos, en lugar de socavar la autoridad de nuestra angelical enfermera? Es que ella es una persona tan dulce, que a lo mejor eso la perjudicó para que la película no ganara el premio golfa. ¿Quién iba a votar a una película con un personaje tan ñoño como éste?

Menos mal que finalmente todos pudieron entender quién manda aquí de verdad, porque de lo contrario esto sería un cachondeo. Hay gente que no entiende que para tener a esta chusma bajo control es necesario mantenerlos acojonados. El miedo es una terapia mejor que el libre albedrío. Luego se hacen comunistas o cosas raras. ¿Acaso no es más cruel invitar a la gente a un maratón de cine de aventuras y proyectarles Dersu Uzala? ¿Qué son unas pequeñas descargas y tener que tomar pastillas para que no te enteres de la realidad?
Así que no cuestionéis los métodos de nuestra querida enfermera, porque ella fue a la Universidad y sabe lo que hace. No como ese golfo aficionado. Al final tuvieron que ponerle en terapia agresiva porque era como un cáncer. A los tumores hay que extirparlos antes de que empiecen a invadir los órganos sanos y se extiendan. Pero que no se queje nuestro querido Jack Nicholson. Tras pasar por las dulces manos de nuestra enfermera, se le quedó permanentemente en el rostro esa expresión que luego frecuentemente utilizaría en muchas de sus películas. Nuestra pobre Louise Fletcher en cambio quedó encasillada en papeles de villana. ¡Qué injusticia!
Colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero no comieron perdices, sino que recibieron una terapia intensiva de electroshocks. Para que se curen. Y luego se quejan.