Los periodistas suelen recordar de cachondeo una frase: «Si vas al pueblo y ves a mi madre dile que sigo trabajando de pianista en aquel burdel. No le digas que soy periodista». Siempre he pensado que era un diálogo de «Primera plana», pero desde que David trajo al Golfa este clásico de Billy Wilder comprobé que no era así. La frase de marras no aparece, pero bien podría formar parte de sus brillantes diálogos.
Por si no lo adivináis hoy toca hablar de este pedazo de película con Jack Lemmon y Walter Mathau, una de esas parejas míticas de la historia del cine. Muchas veces se habla como una crítica de Billy Wilder hacia el periodismo y la prensa amarilla. Yo creo que es más una crítica ante el circo y espectáculo que cada día más se está convirtiendo el poder. Ambientada en los años 20, sigue siendo una película bastante válida en todos los temas que plantea.
La acción transcurre en Chicago en el infausto 1929 durante la noche en la que se va a ahorcar a un activista izquierdista por la muerte de un policía. Todos quieren sacar tajada de la ejecución a costa de pintarle como el enemigo público número uno. En realidad es un pobre hombre, bastante más simplón y buena persona que los buitres que pretenden eliminarle. El alcalde y el sheriff confían en que les dará votantes y ganarán las elecciones. La prensa pretende convertir en un circo la ejecución. Hay un extraño psiquiatra alemán que pretende demostrar sus teorías freudianas con el enemigo público número uno.
Walter Mathau es el director de un periódico que quiere que su reportero estrella cubra la noticia del año. Este periodista no es otro que Jack Lemmon, que no está muy por la labor. Ha encontrado la mujer de su vida y quiere casarse, por lo que no quiere seguir en esa profesión que te exige dedicación 26 horas del día a cambio de sueldos miserables y jefes tiránicos. La acción comienza cuando el “temible” asesino se escapa por culpa de una negligencia del sheriff.
Existen cuatro versiones cinematográficas de esta historia, que parte de una obra de teatro. Lo que diferencia ésta de las demás es el sexo del protagonista. En las otras versiones, el periodista que aspira al matrimonio es una mujer. Para más inri, su jefe es también el ex marido. Walter Matthau es el jefe de Jack Lemmon, y eso da nuevos matices a la relación entre los dos personajes. El déspota director está dispuesto a recurrir a todo tipo de trucos sucios para retener a su reportero favorito. Finalmente no tiene más que exponerle en la primera línea de la actualidad para que salga a la superficie su instinto de yonki de la noticia. Cuando el recluso fugado le cae en las manos, Lemmon olvida sus locuras matrimoniales y se centrará en sacar la exclusiva del siglo. La miisión de los reporteros protagonistas es hacer todo lo posible para sacarlo del edificio para lograr la primicia.
7 comentarios:
Quizás nació como una crítica, pero ahora se puede ver como un elogio de una raza de periodistas quizas extinta, con menos medios tecnológicos pero con la lucidez y visión crítica necesarias para no tragarse sin pensar lo que los políticos de turno quieran colarte.
Pues dicen que en su día no sentó nada bien al colectivo
me imagino que no, pero al menos los periodistas de la película estaban en el lugar de los hechos, no hacían un corta y pega de google. No digo que hoy sea siempre así (me consta que no)pero ha perdido mucho espíritu crítico el periodismo, no os parece?
Desgraciadamente así es. Pero es también culpa de las empresas que quieren tener unos costes laborales mínimos.
La verdad es que en aquellos años no entiendo por qué los periodistas no hacían el corta-pega de google.
A lo mejor, no estaba lo suficientemente actualizado, jeje.
Y respecto al espíritu crítico, hay demasiado partidismo en el periodismo, reflejo de la propia sociedad actual. Con tanto forofo como hay, es difícil dar enfoques objetivos a las noticias.
Desgraciadamente, esta democracia está demasiado polarizada y la gente vota a "su partido" como si fuera su equipo de fútbol. Si se castigara una mala gestión o los casos de corrupción, no tendríamos a ninguno de los políticos que tenemos.
Hay un dicho que es que cada cual tiene lo que se merece. Yo estoy de acuerdo: nos merecemos esto que tenemos.
Eso no lo decía Michel? Me lo merezco, me lo merezco
Jajaja, lo que decía Michel es "¡soy el número uno!" por meterle 3 goles a Corea del Sur.
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