viernes, 28 de octubre de 2011

Vamos a contar mentiras

Propone: Lorena
Comenta: Rubén


Hace tiempo, Lorena nos trajo La calumnia, y como docente me vi en la obligación de hacer la reseña para el cineclub, pues la película, aunque sea de 1961 narra unos acontecimientos que están muy de moda en la escuela actual y recoge el miedo atávico, siempre presente pero nunca comentado de los docentes: Una mentira que acabe con tu carrera profesional.

Y pasemos a contar la historia: dos jóvenes amigas profesoras (Audrey Hepburn y Shirley MacLaine) deciden abrir una escuela privada en una localidad tranquila. La vida les va muy bien, la escuela está llena y todos son felices. Pero (en todas las historias hay un “pero”) un día, una alumna humillada por un castigo decide vengarse de sus profesoras y le cuenta a su abuela, que encarna la pseudo-aristocracia estadounidense, un rumor que hábilmente manipulado desencadena la tragedia. Fama est que las profesoras son pareja.


Conviene resaltar que la “angelical” niña que difunde el rumor inocentemente es una manipuladora nata, extorsionadora de compañeros de clase y utiliza todos los recursos que tiene a su alcance para lograr sus fines. Una auténtica diablesa mutada en ángel infantil.

Evidentemente, la abuela da crédito a la información de su nieta, apoyada por el testimonio falso dos compañeras de clase que se ven forzadas a mentir. Y con esto, la nietísima consigue lo que se propone: El rumor se extiende como la pólvora, la abuela llama a sus amigos y los alumnos se van dando de baja de la escuela hasta quedarse vacía. Y la vida se vuelve fea. “¿Podrá un feo rumor poner fin a tanta belleza?”



Claro, ellas van a ver a la abuela, tratan de desenmascarar a la niña, pero ésta cuenta con el testimonio de sus compañeros de clase, obligados a mentir. No hay salida. No se puede hacer nada. Todos creen el rumor, nadie cree la verdad. Aunque finalmente, la abuela empieza a percatarse de que las piezas que su nieta le ha dado no encajan; las mentiras de su nieta van aflorando y mostrando su faz auténtica y consigue la anciana señora averiguar, horrorizada, la verdad, pero ya es tarde. La desesperación se ha apoderado de nuestras jóvenes maestras y acarrea el suicidio de una de ellas, pues teme que se haya descubierto la atracción sexual que, ciertamente y en secreto, sentía hacia su amiga. Eso sí, antes de ahorcarse, se lo confiesa.


Si estamos atentos a los medios de comunicación, seguro que alguna vez hemos leído casos donde un alumno ha denunciado a su profesor (denunciar en el mejor de los casos, en los peores pueden ser víctimas de vejaciones que son grabadas por teléfonos y colgadas en redes sociales o páginas de vídeos), o los padres de algún alumno han acosado o pegado al docente. Sin ir más lejos, el otro día oí en la radio que un juez había condenado a tres años de cárcel a una madre que había pegado a la profesora de su hija. ¿Cuántos casos no serán fruto de una venganza, pensada y maquinada como el de la película? Si además le sumamos el creciente malestar social por las pocas horas que, presuntamente, trabajan los docentes, obtendremos un cóctel que suele perjudicar a los profesionales de la enseñanza y educación.

Conozco compañeros de profesión que se han visto envueltos en juicios por una falsa denuncia procedente de sus alumnos de sus familiares. Y aunque todos han salido absueltos de los procesos, el daño moral y psicológico no se los quita ya nadie.


Ya lo decía el gran maestro Hitchcock: “nunca trabajes con niños, con animales o con Charles Laughton”. A mí me interesa la primera parte de la cita.

La película, una adaptación de la obra teatral The childrn’s hour (escrita en 1934 por Lillian Hellman) toca diversos temas, algunos muy controvertidos para su época, como pueden ser una homosexualidad encubierta, y otros más cotidianos tales como la presunta inocencia de los niños y la tendencia social a creerlos.

Y es que ya se sabe, los borrachos y los niños son los únicos que dicen la verdad, aunque no sepan que la están diciendo.

18 comentarios:

JULI dijo...

Pues para decir siempre la verdad los niños, ¡la que lía la chiquillica!

Pepe dijo...

Supongo la intención irónica de esa última frase del comentario, porque aunque haya una pequeña verdad dentro de todo lo que dice la niña en cuestión (es verdad lo de los deseos secretos de una de las maestras hacia la otra), la niña es una mentirosa de pura cepa, además de una mala pécora de tomo y lomo.

Hay una larga tradición de títulos en los que se nos muestra la maldad infantil, deshaciendo el tópico de que los niños son todos inocentes angelitos. Me vienen a la mente un par de títulos muy distintos de la década de los noventa. El piano de Jane Campion, y la única película del niño Kulkin que en su día me gustó (El buen hijo, creo que se llamaba)

¿Alguien se apunta a este recuento de "niños malvados"?

J. Antonio dijo...

La cinta blanca, ¿Quién pude matar a un niño?, La Profecía. En el terror hay muchos niños malvados y en el terror japonés mucho más. Un niño japonés da más juego que las muñecas repollo que se han usado en sus adaptaciones yankis. En cuanto a la niña, creo que de mayor acaba de tertuliana en Intereconomía o alguna de éstas de Telecaspa. Buen comentario.

Rubén dijo...

Documentándome para el comentario, encontré una línea sobre la película de Hitchcock "La sombra de una duda" donde se decía que estaba interpretada por una niña repelente.

No la he visto, pero debe ser interesante (el hecho de haber sido dirigida por Alfred ya incita a visionarla).

Propongo un ciclo de niños repelentes para el verano próximo.

JULI dijo...

Eso podría ser peligroso. Las películas infantiles están llenas de niños repelentes.
Sería una Entrada al Vacío hacer una maratón de películas como Solo en Casa II, Daniel el travieso, Este chico es un demonio o alguna de Shirley Temple.
Una cosa es una pelicula en que salga algún niño repelente porque la trama requiere minutos para dicho niño, que una película basada en un niño repelente.
Realmente, creo que esos niños son mucho más repelentes que los niños azules de las películas japonesas.

JULI dijo...

Al hilo de los niños repelentes me viene a la cabeza un episodio de American Dad que imita una película de James Bond en que Roger pretende dominar el mundo por medio de una película con niño: Oscar Gold. Os lo recomiendo.
Aquí hacen un resumen del capítulo:
http://www.cinematical.es/2009/04/09/animacion-oscar-gold-de-tearjerker-el-sentimental/

Rubén dijo...

Julián, me refería a películas de calidad con niños, del tipo que ha mencionado José Antonio, aunque como artificio retórico de comentarista, sería sumamente interesante elaborar el comentario de, por ejemplo: "Solo en casa"m

Y Pepe, ciertamente la ironía estaba muy presente en mi última línea de comentario, con toda mi intención, claro.

pepe dijo...

Juli, en cuanto a tu primer comentario, somos cinéfilos, no gilipollas, esas referencias que das son subproductos sin ningún interés (al menos a priori) y nadie en su sano juicio programaría un maratón con las mismas. La lista era de niños malos, no de repelentes...

El capítulo de AD no lo he visto, a ver si lo pillo una tarde (no es difícil ver capítulos repetidos de series animadas en neox) porque me gusta mucho la serie. Así que prefiero no leer el resumen.

Rubén dijo...

Julián, me refería a películas de calidad con niños, del tipo que ha mencionado José Antonio, aunque como artificio retórico de comentarista, sería sumamente interesante elaborar el comentario de, por ejemplo: "Solo en casa".

Y Pepe, ciertamente la ironía estaba muy presente en mi última línea de comentario, con toda mi intención, claro.

cineclubgolfa dijo...

Rubén, no se vale duplicar los comentarios para batir el récord!

JULI dijo...

¿Pero no estais hablando de ironías?
A ver, lo de los niños repelentes no he sido yo el primero en mencionarlo.
Estamos de acuerdo en que sería un suicidio intelectual ese tipo de ciclo, maratón o como queráis llamarlo.

AMALIA dijo...

Pues a mi me da miedo la niña pero más miedo me da el poder del las críticas en un circulo social.
Es que como la mayoría te cuelgue un cartel sea el que sea ya no puedes hacer nada: te crucifican o te magnifican y ¡ay! cómo te toque ser el malo...te pueden arruinar la vida.
En los pueblos se aprecia muy bien.
En la pelicula acaban destrozándoles la vida y aunque se rectifique contando la verdad ya no hay nada que hacer, los rumores siempre van a sobrevivir, ellas siempre van a ser lesbianas a ojos de la gente.

J. Antonio dijo...

No recuerdo que la niña de La sombra de una duda fuera especialmente repelente. Era un papel cómico. Rubén esa peli es una de las obras maestras de Hitchcock, aunque he de reconocer que no es una de mis favoritas.

Rubén dijo...

Yo no la he visto, no puedo opinar; salvo lo que leí en una página, precisamente en la que encontré la cita completa de Hitchcock.
Además, yo añadiría al comentario de Amalia que en los pueblos y en sociedades muy jerarquizadas es donde más se mantienen los "sambenitos" que te acuñan.
Quizá sea realmente ése el motivo del suicio: saber que nunca se librará del rumor.

taratela dijo...

Realmente creo que el motivo del suicidio es un pelín mas complejo, pues no solo está el "san benito" que le cuelgan, también esta una realidad que ella no acepta y le es difícil de asumir, aunque huya no se siente preparada para vivir con sus sentimientos, que están en contra de lo socialmente correcto en aquella época y por el tipo de sociedad pequeña y represora donde viven, donde surge el rumor y de la cual la niña se aprovecha para vengarse.

AMALIA dijo...

Pero no creo que solo se suicide porque sus sentimientos vayan en contra de lo socialmente correcto en aquella época que por otro lado está estrechamente ligado a las críticas y ese Sambenito del que hablaba. Pienso que se suicida por ver frustrado ese amor que siente, pues cuando confiesa a su compañera lo que siente por ella, realmente se da cuenta que ese amor nunca se materializará porque Audrey no siente lo mismo y eso es lo que la lleva al suicidio, la incapacidad de aceptar que no es amada del mismo modo y que nunca lo será.

Pepe dijo...

Pues yo estoy de acuerdo con Laura en que el conflicto es interno. Ella asume como propia la culpa de lo que ha pasado, porque siente algo que le han enseñado que no debe sentir. Tiene que ver con la presión social, claro, y con cierta incapacidad para decidir que, digan lo que digan, pongan las trabas que pongan o por mucho que tenga que esconderlo, disimularlo o vivirlo en la clandestinidad, lo que siente es bueno y hermoso.

Si no sintiera esa culpa, sufriría con el rechazo de Audrey pero lo superaría, se iría y de un modo u otro, reharía su vida.

Víctor dijo...

El cine clásico tiene en ocasiones cierto encanto: exhibe un mundo que un día fue, y a veces sucede que a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor (es posible que haya leído esto en alguna parte). Pero habitualmente es un error.

Lo que yo diría sobre la película lo habéis dicho ya muy bien. Presenta un orden sin conflictos, bicicletas en fila, bollos y tazas de té. "Detrás" rige la moral prácticamente victoriana de la época, que desgraciadamente está presta a condenar, incluso deseando condenar, como si sus represiones demandaran tal satisfacción de cuando en cuando para sostenerse. La niña que es el agente destructor, y de la que vemos quizá demasiados primeros planos un poco exagerados --parece que se trata de que uno realmente aborrezca al angelito, sin lograrlo del todo-- en realidad sólo proporciona la excusa. Muy poderosa, sin duda, pareciera que hay sólidas razones para no dejar las propias hijas en manos de supuestas lesbianas...

Se hace evidente que el guión parte de una obra de teatro cuando, sorprendentemente, desde la casa de la sra. Tilford volvemos al colegio ya decadente sin solución de continuidad y he aquí que ya se ha celebrado un juicio. Esto en el teatro se acepta mejor, creo yo, el telón baja y sube para mostrar sólo el drama central. En el cine parece que hace falta algo que proporcione cierta continuidad (aunque sea mediante recursos trillados: ésos periódicos giratorios que en algunas películas se suceden: "Fulanita de tal condenada", etc.)

En la secuencia, o escena, crucial en casa de la sra. Tilford Karen y Martha mantienen una extraordinaria dignidad casi diríamos estoica: finalmente todo depende de la opinión. La intervención de la niña Tilford está de nuevo algo exagerada, hasta el punto de que parece difícil que la presión que ejerce sobre su compañera pase desapercibida a los presentes, ¿o no? Consigue que mienta, y me pregunto, ¿por que no protestan más su inocencia, hablan con la niña testigo que saben que miente? Creo que cualquiera lo haría.

Aunque al final se conoce la verdad, no a tiempo de evitar el hundimiento de la empresa de las dos amigas, y tampoco el trágico final de Martha, cuando parece que volvían a abrirse posibilidades de vida. Por un lado, ha llegado al convencimiento de que algo marcha mal en ella, y que eso es irreparable ("Soy un monstruo, tengo dos cabezas"). Algo que tiene que ver, por supuesto, con el amor y la sexualidad. Hace suya la condena que los clientes, los hombres en la furgoneta y hasta el repartidor se regodean en expresar. Como dice Pepe, si no hubiera interiorizado esa culpa imaginaria (pues ni siquiera manifestó su deseo hasta entonces) no hubiera llegado a ese extremo. Es su drama al que en realidad asistimos.

Por otro lado, juega desde luego la evidencia ya sin esperanzas del amor no correspondido, como dice Amalia. Pero entonces, ¿por qué no tomó esa fatal decisión antes? Su suicidio sólo puede estar motivado por su reciente confesión: como siempre, lo más importante es lo que no se dice. Cuando ya se ha verbalizado, algo cambia, se hace explícito, innegable. A pesar de todo no termino de entender el suicidio de Martha justo entonces, lo veo otra vez demasiado teatral. No sé si soy el único...

La actuación de Karen (Audrey Hepburn) me parece un poco hierática en todo momento. Creo que se manifiesta especialmente en el final, cuando tras despedirse de su amiga ante su tumba se aleja caminando rápido, con la cabeza alta y con una media sonrisa: ha pagado el precio, se ha vindicado, puede partir, dejar atrás el mundo --sin siquiera fruncir el ceño. Así, ciertas actuaciones, que parece que o se pasan o no llegan, las partes de la acción escamoteadas, y cierto fatalismo un poco forzado de tragedia griega, que acepta sin más el destino, le restan (es mi opinión y simplemente mi opinión) consistencia al resultado. Que en todo caso merece la pena, por todo lo que pone en juego.