Comenta: José Antonio
Sacha Baron Cohen, el eterno provocador. El hombre de las mil caras.Lleva unos cuantos años en danza haciendo la misma película, aunque cambiando el personaje principal, y siempre alborotando al personal. Hace poco Nando nos traía a nuestro Cineclub el título que le ha convertido en un éxito mundial: Borat. Un reportero de Kazajistán que se va a conocer las Américas. Y es que la figura de Sacha Baron Cohen es sin duda controvertida. Sus detractores lo califican de soez y sus incondicionales defienden que bajo esa apariencia de vulgaridad se esconde una de las críticas más mordaces a la sociedad contemporánea. Algunos añadirían a la sociedad yanki.
La fórmula de sus películas es la del falso documental, ¿o tal vez es como "El objetivo indiscreto?", ¿o es un "Inocente, inocente" a lo bestia? Cohen interpreta a unos personajes que son una auténtica caricatura. Cuando se junta con sus entrevistados, les coloca un espejo desde el que espera sacar de su personaje ese racismo que lleva oculto, o su homofobia o simplemente desquiciarle y sacarle de sus casillas. Cohen ha encarnado al rapero Ali G, al reportero de Kazajistán Borat y al reportero austriaco y homosexual especializado en moda Bruno. Los tres son personajes que ya interpretaba en su programa de televisión y que han ido dando el salto a la gran pantalla. Ahora prepara una nueva película en la que encarna a un dictador de un país árabe, de apariencia muy similar a la del ya fallecido Gadafi.
Los miembros del club de fans del tea party son el blanco de sus focos, pero lo cierto es que Sacha Baron Cohen tiene para todos. Igual se está burlando del himno americano en medio de un festival de rodeos lleno de típicos cowboys, como está contando a un grupo de feministas radicales lo buena que está Pamela Anderson, o enseñando fotos de su hijo de 16 años a unas amas de casa (el chiquito está desnudo y en las fotos aparecen primerísimos planos de su pene), o bien contando en un plató de televisión con público mayoritariamente afroamericano cómo consiguió adoptar un negrito en África a cambio de un iPod (pero esto es de otra peli) o acudiendo a unos clérigos que dicen poder curar la homosexualidad. Si hay algo que te indigne y Borat sabe qué es lo que es, allí estará para provocarte. Con su traje gris, su enorme mostacho y su sonrisa de oreja a oreja. Y a cada escena va más allá y realmente se juega el tipo, sin qué sepas si realmente lo que ves es real o se trata de una interpretación. Burlar a los seguratas de los famosos, pasearte como Bruno en medio de una manifestación contra la homosexualidad, decir lo sucia que es la barba de Bin Laden a un jefe de Al Qaeda. La verdad es que se juega el tipo.
Cuando se estrenó Borat, el colectivo judío protestaba y decía que era una película antisemita y racista. Sacha Baron Cohen salió dando la réplica caracterizado como Borat. No se molestó en recordar que su abuelo fue un superviviente del holocausto. Con su gran mostacho y su peculiar acento dijo: "Quiero declarar oficialmente que no me une ningún vínculo al señor Cohen y que apoyo plenamente a mi país, Kazajistán, en su decisión de demandar a ese judío". Y es que en Kazajistán tampoco sentó muy bien la imagen que daban del país. Sacha Baron Cohen guarda un mutismo total sobre su vida privada y se escuda en sus personajes para evitar dar cualquier tipo de respuesta a quién es, cómo es, o cómo piensa.
La principal pega que le veo a sus películas es que el formato tiene su gracia en la televisión. Para el cine trata de coger todo ese montón de gags y los ordena pretendiendo darles una coherencia argumental, lo que hace que a veces la historia que te cuentan no tenga ni pies ni cabeza. Mientras, el público debatirá si esto se trata de arte o es una sucesición de cihstes soeces. Y mientras la gente debate apasionadamente, Cohen pondría una cámara, lo grabaría y seguramente se partiría de risa.
7 comentarios:
Sería interesante ver los capítulos de TV. Seguro que son tronchantes.
¿Se pueden descargar de Megaupload?
Bueno, pues esta vez yo estoy tan de acuerdo con Jose Antonio, que no sé qué más añadir. La película me gustó mucho, y eso que soy muy difícil para las comedias chuscas y disparatadas, pero en este caso me fue muy fácil ver que las intenciones del creador iban más allá de la grosería. Y sin duda no dejar títere con cabeza tiene su gracia.
Genial el comentario!
Quizá os sorprenda lo que voy a comentar, pero a mí la película me recordó al libro de Eduardo Mendoza "Sin noticias de Gurb".
El hecho de situar a una persona diametralmente opuesta culturalmente hablando en otra sociedad para, desde esa perspectiva aparentemente neutra, cebarse en la crítica es un recurso común. No quiero decir con esto que la crítica sea suave en la película.
Más bien, como ha comentado Pepe, la crítica pasa lo éticamente correcto, y sólo ya por eso a mí me gustó. Estoy cansado de los formulismo.
Quiero a Borat leyendo "Tintin en el Congo"
Pero que lo lea en el Congo.
Me parece acertada la comparación con la novelilla (por extensión) de Mendoza, que siempre es mordaz y humorístico aún en sus obras, digamos, más serias.
En cuanto a lo de Tintín en el Congo, supongo que sería una buena experiencia que Borat lo leyera in situ, pero me temo que su supuesto racismo es comparable al machismo de MASH, del cual ya discutimos, y bastante airadamente, en otra ocasión.
Estoy de acuerdo contigo Pepe, pero lo de Tintin en el Congo era más una metáfora de esta sociedad en la que se pide la prohibición de todo aquello que no coincide con nuestra forma de pensar.
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