Después de un paréntesis bloguero, retomamos la publicación con un doble comentario a cargo de Víctor y Juli, para que os quitéis el mono de golpe, de la inmortal cinta de Hitchcock, que propuso en su día José Antonio ¡Que disfrutéis!
VÉRTIGO
Comenta: Víctor
Cuando pensé en comentar "Vértigo" se me ocurrió
que contaba con una ventaja: se ha escrito tanto sobre la película que uno no
necesita presentarla, se puede entrar directamente al trapo de lo que uno
quiera comentar. Poner esto de manifiesto parece una buena manera de empezar el
comentario, pero ni siquiera es original tampoco: para mi desilusión, resulta
que hay al menos una reseña que empieza exactamente así, como esta mía (y como
dicha reseña es anterior, esto me convierte en un plagiario --aunque con escasa
repercusión y sin ánimo de lucro).
La película no siempre ha obtenido el reconocimiento
universal que ahora se le prodiga. Fue un fracaso en su estreno, del que
Hitchcock culpó a James Steward por tratarse de un actor demasiado mayor para el
papel: Scottie en la novela "D'entre les morts" es un treintañero.
Por añadidura, la película no entró en la famosa lista de las "diez
mejores" de "Sight & Sound" hasta veincuatro años después de
su estreno, y sólo en el 2012 se ha aupado hasta su primer lugar. Parece que en
esto del arte las modas, y no los criterios estéticos que nunca pueden ser
"objetivos", son las que marcan la pauta.
Una anécdota que no sé si será cierta tiene como
protagonista a García Márquez: puede decirse que "Vértigo" son en realidad
dos películas, la primera se extendería hasta la confesión que hace la voz en
off de Madeleine, y otra a partir de entonces en la que el foco se ha
desplazado. Cuentan que después de ese momento de revelación, García Márquez se
levantó y se fue. Allí acababa todo, la nueva película ya no tenía interés para
él. Pero a lo mejor se precipitó: como observa Zizek, he aquí el verdadero
genio de Hitchcock, él toma historias como éstas y cuando la historia,
siguiendo las reglas narrativas comunes, debería terminar, las cosas continúan.
Hay una extraña lentitud en su rodaje, en su montaje, en su
desarrollo en conjunto: es patente en las escenas de la persecución o
seguimiento por las calles de San Francisco --que son con las que yo "me
quedaría" de la película. Esta lentitud es bastante notoria: Truffaut la
contrapone al ritmo de otras películas de Hitchcock, y cuando se le hacía notar
esto al propio maestro, no sólo lo admitía como algo deliberado sino que
destacaba también su necesidad: porque "contamos la historia desde el
punto de vista de un hombre que es un emotivo". En este contexto, parece
que alguna de las escenas no se pueda rodar mejor (en la galería de arte, por
ejemplo); otras son sobradamente conocidas (en la tienda de flores, por poner
otro ejemplo: la mirada como objeto).
Los símbolos, los guiños, proliferan por todas partes (en un
primer visionado a mí por lo menos se me escaparon la inmensa mayoría) y forman
parte de la riqueza de la película. Por ejemplo, las divertidas alusiones a la
sexualidad de Scottie --sufre de impotencia en la novela-- que no sabe qué
hacer con el bastón en compañia de Midge y experimenta un ataque de vértigo por
sólo subir a un escabel con dibujos de mujeres. El juego y el misterio son los
mimbres de esta película.
Y cómo no, también han proliferado las interpretaciones
psicoanalíticas, que no me parecen nada esotéricas en este caso. Al fin y al
cabo, ¿qué mujer busca Scottie? ¿Judy o Madeleine? ¿Es real o sólo una
fantasmagoría "más real (para Scottie) que la propia realidad"? El
objeto del deseo nunca puede poseerse (anecdóticamente, este objeto iba a ser
Sara Miles, pero ella quedó embarazada y Kim Novak --hoy cuesta imaginar otra
Madeleine-- ocupó su lugar). Vemos como, con enorme sutileza cinematográfica,
mientras Scottie abraza apasionadamente a Judy transformada en Madeleine, por
un breve momento él se aparta como agobiado por alguna duda: el objeto que
deseo (Judy-Madeleine), es diferente del objeto que causa mi deseo, de aquello
que me hace desearla y de lo que no soy consciente. Scottie quiere estar seguro
de que lo que le hace desearla está todavía allí, y es por supuesto el vacío
del vértigo. En cierta concepción psicoanalítica de la melancolía hay algo de
esto. La paradoja de la melancolía es que todavía tienes a tu pareja pero te
comportas como si la hubieras perdido. Podemos conceptualizarla mediante la
distinción de Lacan, tienes el objeto pero pierdes el fantasma, pierdes lo que
te hace desear ese objeto. Son insondables los caminos de la neurosis.
El final de la película fue también causa de dudas para
Hitchcock: en un primer momento, pensó en mostrar a Scottie, después de la
muerte (definitiva) de Madeleine, en estado casi catatónico y al cuidado de
Midge; más tarde decidió concluir en el campanario. Sus razones tuvo, sin duda.
Como colofón, diré que mi propia emotividad ha tardado mucho
tiempo en dejarse seducir por esta película. ¿Las resistencias son expresión de
deseo? Da un poco de vértigo --y perdón por la conclusión facilona-- pensar en
estas cosas.
¡CUIDAO, QUE SI TE CAES, TE ESLOMAS!
Comenta: Juli
La leyenda de Hitchcock se fundamenta con obras como esta y
con protagonistas como este, aunque estemos más acostumbrados a oír hablar de
las “mujeres de Hitchcock”. No en vano, James Stewart colaboró con don Alfred
en 4 películas: La soga, El hombre que sabía demasiado, La ventana indiscreta y
la que nos ocupa, Vértigo.
El vértigo es
un trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una
sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean.
Familiarmente este término se utiliza para describir el miedo a las alturas. Es
lo que le pasa a nuestro protagonista: a consecuencia de un trauma psicológico
desarrolla este vértigo, lo que le lleva a una baja laboral en su trabajo de
policía y a una existencia anodina, cuyos mayores divertimentos consisten en
sus visitas a una pintora amiga suya (sí, de esas de “solo te quiero como
amiga”, aunque ella esté enamorada de él) interpretada por Barbara Bel Geddes.
Pero el destino le aguarda una sorpresa a
nuestro Jimmy, en forma de la visita de un antiguo amigo que le pide que
investigue a su mujer, una espectacular y bellísima Kim Novak. La película
combina a la perfección momentos trepidantes con otros que invitan a la
reflexión y el sosiego, escenas memorables y vistas espectaculares del San
Francisco de los años 50.
El retrato psicológico de los personajes y la
atmósfera que consigue el Mago del Suspense se ve reforzada con la banda sonora
de Bernard Herrmann y la fotografía con abundancia de tonos verdosos y
rojizos de Robert Burks. Rompe la dicotomía entre el amor y la
muerte, al mezclarlos en la mitificación que recrea el protagonista del
personaje que interpreta Kim Novak.
En resumen, y recurriendo a un símil
gastronómico, estaríamos hablando de un jamón de bellota 5Js, y no digo caviar
porque es mucho más esnob y los que no estamos acostumbrados a este manjar
podemos confundirlo fácilmente con huevas de lumpo.
2 comentarios:
Los dos os mantenéis en vuestro estilo. Vertigo es de esas pelis que se hace mejor cada vez que la ves y si no pensáis así, es porque la habréis visto poco.
Dado que el señor editor anda muy ocupado para subir comentarios pendientes adjunto este artículo por si los fans de esta peli lo encuentran de interés.
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/25/actualidad/1366917162_065154.html
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