jueves, 5 de diciembre de 2013

La guerra desde el otro lado

Propone: José Antonio
Comenta: Rubén




Los estadounidenses tienen la virtud de aparecer como victoriosos hasta en sus fracasos a través del cine. Casi siempre, además, la focalización recae en el bando ganador si son ellos; al fin y al cabo, ellos mismos producen, escriben y ruedan sus películas. Pero cuando se trata de narrar su Guerra de Secesión no siempre es así, en este acontecimiento histórico, el estado de la cuestión ya está más nivelado aunque reconozco que no he hecho un estudio fiable para comprobar si hay más películas desde la perspectiva del Norte que desde la del Sur. Y aunque ganó el Norte, como es harto sabido, Lo que el viento se llevó narra la guerra desde el bando sureño, por ejemplo, y también nos situamos en los estados meridionales en El maquinista de la General, una obra cumbre de Buster Keaton, rodada en 1927, dirigida, producida, escrita y protagonizada por él y que ha llegado a ser una de esas películas calificadas “de culto”.

El maquinista de la General cuenta un episodio real de la Guerra Civil o de Secesión estadounidense: un parte del ejército unionista disfrazado de sureños decide robar la General, por cierto, que la General es una máquina de vapor de la Western And Atlantic Rail Road, para unirse en Chattanooga con el resto de su ejército. En la película, el maquinista, nuestro protagonista Johnny, decide alistarse en el Ejército del Sur o Confederado por amor a su amada, quien le pide que se enrole como su padre y hermanos, pero no lo aceptan al considerarlo más necesario en retaguardia por sus conocimientos. Este hecho hace que su novia, Annabelle, se enfade con él y lo considere un cobarde.


Al año siguiente, Annabelle tiene que ir a ver a su padre, monta en el tren de la General, sin hablarse todavía con Johnny, y es en ese viaje cuando los norteños roban la máquina. Desde este momento, los esfuerzos de Johnny se centrarán en recuperar a su amada General y el amor de su otra amada y aquí comienza todo un desfile de situaciones divertidas mientras Johnny persigue a los Unionistas; destaca el episodio del cañón, por ejemplo.



La película supuso un hito en varios aspectos, llegando a ser casi una verdadera superproducción de su época: No intervinieron dobles y Buster Keaton rodó todas las escenas. Es capaz de tirar una máquina al río, valorada en un millón setecientos mil dólares de la época para dar realismo, y esto contrasta con la inexpresividad del actor, llamado Pamplinas en España por esta característica suya de cara de palo.

Quisiera para finalizar este comentario llamar la atención sobre el embrujo que los ferrocarriles tienen en el séptimo arte. Desde aquel Tren llegando a la estación de los hermanos Lumière, o la famosa frase de los hermanos Marx: “Es la guerra, traed madera” en Los hermanos Marx en el Oeste, por no mencionar Extraños en un tren o Asesinato en el Orient Express muchas han sido las películas que ha tenido alguna escena memorable sobre raíles.



11 comentarios:

J. Antonio dijo...

Muy bien traído el ejemplo del tren porque enlaza perfectamente con este pequeño homenaje que hice al cine mudo. En "La invención de Hugo" vemos cómo reacciona un público que no ha visto cine en su vida al hecho de ver aproximándose un tren en la gran pantalla. Si en Tiempos Modernos hubiera salido un tren, hubiera sido una jugada redonda.

No llevo las cuentas de qué bando sale en más pelis. Creo que la cosa va un poco a la par, pero yo soy más de Norte y Sur dónde veíamos la contienda desde los dos bandos. Sí es muy común en westerns ambientados después de la guerra el usar a personajes que estuvieron en el lado perdedor.

Una última precisión, que no sé si lo hemos comentado alguna vez. Discrepo en considerar esta peli como de culto. Como bien dices en el comentario se trató de una superproducción y de un taquillazo. Creo que las pelis de culto son más bien modestas, sin grandes presupuestos ni grandes campañas, que con el boca a boca se convierten en obras con un gran número de seguidores. Grandes fracasos comerciales han sido películas de culto años después.

Rubén dijo...

Yo tampoco tengo muy claro ese concepto de "película de culto". Pero todo el mundo define este film como tal. Quizá hay dos concepciones de "película de culto", las imprescindibles en cualquier filmoteca por un lado y las que, como los vinos, mejoran con el tiempo, por el otro.

Y hablando de "La invención de Hugo y los trenes, la película se desarrolla en gran parte en una estación. Sería un buen punto de arranque para escribir el comentario.

Víctor dijo...

A mí no me chirría que a esta película se la califique como "de culto". Según el DRAE "culto" puede ser también la "admiración afectuosa de que son objeto algunas cosas", como en "rendir culto a la belleza". Es cierto que en el mundillo este cinéfilo se entiende habitualmente como de culto minoritario, es decir, una película que no es universalmente apreciada pero que es precisamente objeto de culto para unos cuantos.

Pero a mí me gusta la primera definición porque "El maquinista de la general", para mí, es una pelicula que se ve con cierto cariño, simplemente por su carácter histórico, y no por sus cualidades intrínsecas en cuanto tal película.

J. Antonio dijo...

En muchas webs confunden el "a ver" con "haber" y eso no quiere decir que esté bien escrito. Adjunto un enlace con una web que habla de películas de culto y define lo que son. (De todos modos discrepo de mucas de las que la encabezan porque hay bastantes taquillazos).

http://listas.20minutos.es/lista/100-peliculas-de-culto-100603/

Víctor dijo...

A ver a qué viene lo de haber, porque no te entiendo. DRAE es acrónimo de "Diccionario de la Real Academia Española", pero seguro que esto no tengo que señalártelo.

Intentaré consultar esa lista cuando tenga tiempo, aunque no me interesa demasiado porque todo culto es algo muy personal. Aunque es cierto que en las listas casi siempre se puede encontrar algo de interés.

J. Antonio dijo...

Lo de haber se lo contestaba a Rubén porque justificaba el hecho de llamarla película de culto porque en muchos sitios la consideraban como tal.
Para precisar más, a pesar de que tiene muchos seguidores que la siguen con una devoción casi religiosa, Star Wars no es una película de culto.
De tosas maneras, volviendo al Maquinista, estoy dispuesto a admitir que con los años, el hecho de ser una peli en blanco y negro, muda y de los años 20 para muchos puede haberla convertida en una rareza. Pero lo cierto es que cuando se estrenó, era un blockbuster. Las pelis de culto suelen ser minoritarias en el momento de su estreno. Algunas no llegan ni a verse en la gran pantalla. Apuntaba Pepe ayer que la acepción que tenían puede haberse perdido en estos tiempos en que con Internet tienes todo al alcance de tu mano. En los tiempos del vídeo, la posesión de estas rarezas a veces grabadas de la tele a horas intempestivas eran considerados verdaderos tesoros de filmotecas. Eran pelis de culto.

pepsirvent dijo...

Bueno, pues iba a añadir lo que ya ha dicho José Antonio que dije ayer. Pero lo ha glosado bastante bien.

En los tiempos del vídeo tener una copia de una película que no fuera muy conocida era como tener un tesoro, y sí, amigos, una cinta de vídeo podía devenir en un objeto sagrado, un ídolo, un tótem, algo a lo que rendir culto. Me encantan estos debates que acaban dejando de lado la película, así que formularé una reflexión que me ha venido a la cabeza: Me preguntaba si es necesario un objeto físico para que pueda existir un culto, para rezar, necesitamos algo "a lo que rezarle". ¿Era Walter Benjamin el que formuló aquello del concepto de aura en la era de la reproductibilidad técnica del arte? ¿Qué pensaría de esta reproductibilidad sin soporte físico en que estamos inmersos hoy?

No volváis a dejarme comentar sin haber almorzado, que deliro demasiado jejejeje! Hasta la próxima!

J. Antonio dijo...

Pues ya puestos a que se nos vaya la olla, haré la pregunta del millón: ¿Y si la cinta vídeo es el monolito de 2001?

Rubén dijo...

Yo creo que no es necesario que exista un ente físico al que rezarle, Pepe. Muchas religiones, incluso la judeocristiana, le rezan a una abstracción.
Como demostró Descartes, la realidad puede existir con independencia a que la pensemos, y del mismo modo, apunto yo, que puede no existir algo que millones piensen en ello.

Pepe dijo...

Aunque sea tan sumamente fácil, no puedo dejar de rebatirte:

No recuerdo ninguna religión, especialmente la judeocristiana, que no vehicule su culto a través de un objeto o de una multitud de ellos, por muy supuestamente abstracta que sea su deidad. Convendréis conmigo en que los frescos de la capilla sixtina son bastante concretos.

Rubén dijo...

Es cierto, Pepe. Pero el objeto representado no tiene la obligación de ser real. Es decir, hay pintados unicornios en cientos de cuadros, y no por eso han existido alguna vez. La representación icónica de un pensamiento no lo convierte en real.
Hay quien dice que una cosa no se convierte en real a fuerza de repetirlo.