Comenta: Juli
Y no se trata de una gansada, ya que no hablamos de esa ideología polémica que tuvo su auge y su decadencia en el siglo pasado, sino del humor de los Hermanos Marx, que nos dio una noche de carcajadas con su Una noche en la ópera. Se trata de las aventuras de unos personajes estrambóticos embarcados en el mágico mundo de la ópera y en un trasatlántico camino de Nueva York.
Y es que resulta que hay unos señores en Europa que actúan en óperas y la señora mayor obesa y ricachona que sale en todas películas de los Hermanos Marx (Margaret Dumont), se ve enredada por Groucho, como en todas las películas de los Hermanos Marx, para que financie espectáculos operísticos en Nueva York. Así es como contratan, desde la parte contratante de la primera parte a la parte contratante de la segunda parte, que es la novia del guapo de la saga familiar y parten rumbo a Nueva York con el susodicho guapo, el mudo y el comedor de spaguettis de polizones.
Como tales, se encierran en un camarote pequeñito donde se supone que duerme el del mostacho pintado estilo Cachuli. La estancia es algo así como una alcoba en uno de los minipisos de la Trujillo, y de repente, empiezan a llegar personas con los más estrafalarios motivos: que si tienen teléfono (he de señalar a los jóvenes lectores que aún no existían los móviles), que si donde está mi tía, que si soy el fontanero y vengo a sanear la instalación... ¡Y porque tampoco existía Telepizza, que si no, también hubieran venido!
Esta escena es muy famosa y tiene hasta su propia frase célebre: Más concurrido que el camarote de los Hermanos Marx: pues era ese, y es este:
Tras las carcajadas que este suceso provocó en la audiencia de la sesión Golfa, vino un momento de relax para el cigarrito y tal con momentos de música: los Marx cantan, menos el mudo que toca el piano y el arpa y Groucho, que solo afina sus cuerdas vocales para decir tonterías.
Y asi, entre gansada y gansada, llegan a Nueva York, ganan los buenos y el guapo liga con la protagonista que ya era su novia cuando empezó la película.
Y es que resulta que hay unos señores en Europa que actúan en óperas y la señora mayor obesa y ricachona que sale en todas películas de los Hermanos Marx (Margaret Dumont), se ve enredada por Groucho, como en todas las películas de los Hermanos Marx, para que financie espectáculos operísticos en Nueva York. Así es como contratan, desde la parte contratante de la primera parte a la parte contratante de la segunda parte, que es la novia del guapo de la saga familiar y parten rumbo a Nueva York con el susodicho guapo, el mudo y el comedor de spaguettis de polizones.
Como tales, se encierran en un camarote pequeñito donde se supone que duerme el del mostacho pintado estilo Cachuli. La estancia es algo así como una alcoba en uno de los minipisos de la Trujillo, y de repente, empiezan a llegar personas con los más estrafalarios motivos: que si tienen teléfono (he de señalar a los jóvenes lectores que aún no existían los móviles), que si donde está mi tía, que si soy el fontanero y vengo a sanear la instalación... ¡Y porque tampoco existía Telepizza, que si no, también hubieran venido!
Esta escena es muy famosa y tiene hasta su propia frase célebre: Más concurrido que el camarote de los Hermanos Marx: pues era ese, y es este:
Tras las carcajadas que este suceso provocó en la audiencia de la sesión Golfa, vino un momento de relax para el cigarrito y tal con momentos de música: los Marx cantan, menos el mudo que toca el piano y el arpa y Groucho, que solo afina sus cuerdas vocales para decir tonterías.
Y asi, entre gansada y gansada, llegan a Nueva York, ganan los buenos y el guapo liga con la protagonista que ya era su novia cuando empezó la película.
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