Propone: Nando
Comenta: Rubén
En la
Atenas del año 411 antes de Cristo, el comediógrafo griego Aristófanes
estrenaba Lisístrata, su nueva comedia. Por aquellos años, Esparta
estaba ganando la Guerra del Peloponeso. Miles de griegos morían en el
territorio heleno y la contienda parecía no alcanzar nunca el final.
¿Qué pretendía el autor con esta obra cómica
estrenada en un ambiente tan mísero? Una fuerte denuncia contra la guerra. Y,
de paso, apuntaba un sistema para conseguir la tan anhelada paz: Las mujeres
atenienses y espartanas, la mujeres de toda Grecia se reúnen para convocar una
huelga de sexo contra sus maridos y amantes mientras no firmasen el fin de la
guerra. Las mujeres toman una iniciativa política para lograr lo que los
hombres no habían conseguido en veinte años. Mientras dure la guerra, no habrá
sexo. Parafraseando con una pizca de humor a Vegecio: Si vis coitum, para
pacem.
Saltamos cronológicamente hasta el 2011 de
nuestra Era. Nos dirigimos a un país sacudido por la guerra como es Líbano.
Allí, la directora de cine Nadine Labake (Caramel, 2007) rueda su
película ¿Y ahora, a dónde vamos? En esta cinta, las mujeres de un
pequeño pueblo libanés, cansadas de llorar a sus familiares varones muertos por
la guerra religiosa, deciden unirse al margen de sus creencias para intentar
poner paz y evitar que mueran más seres queridos de uno y otro bando. En esta
ocasión no es una huelga de sexo, pero sí es para poner fin a una guerra.
En este mismo año, el director Radu
Mihaileanu (del que ya vimos El Concierto) graba la película La
fuente de las mujeres, tomando un poco de allí y de allá. De allí, de la
obra aristofánica, toma la idea de que las mujeres hagan huelga de sexo para
lograr su objetivo, que si bien es cierto que es algo más trivial que la paz,
es igual de importante para la supervivencia y el día a día de su aldea. De
aquí, del filme libanés, toma parte de la estética y el frente común femenino
organizado.
Es decir, en la película que ahora
comentamos, las mujeres de un pueblo indefinido, en algún lugar del norte de
África u Oriente Medio, deciden ponerse en huelga de sexo para conseguir que
los hombres, trabajando juntos, hagan una canalización para acercar el agua de
un arroyo hasta el pueblo. Algo tan sencillo se vuelve titánico. Las pequeñas
cosas a veces son las más importantes.
Toda la película, por otra parte, es una
bonita metáfora del agua como fuente de vida. El adagio “Sin agua no
hay vida” es harto conocido, y en algunas canciones que entonan las mujeres
de la película se canta que el marido no debe olvidar regar a la mujer, como si
fuera una flor, para que sea fértil. Pero si el agua es vida, la sequía que
amenaza la región es la muerte. Sin cultivos, están abocados a la hambruna; y
la aldea sin hijos está condenada a la desaparición.
Evidentemente, el peso de la película recae
sobre las mujeres pues es un film cargado de feminidad. Por su parte, los
hombres quedan desplazados, marcados fuertemente por los síntomas del machismo.
Sin embargo, no valen generalizaciones pues ni todas las mujeres pactan la
huelga ni todos los hombres encarnan valores negativos. Hay, además, algunas
otras notas que muestran la difícil situación en que se vive en esos países.
Pero la unión hace la fuerza.
Y es
que el amor, ya se sabe, es el arma más poderosa del mundo.
2 comentarios:
El amor arma? Más bien el sexo, que muchas veces se practica sin amor. Y no lo digo por lo de la "pistola" ;)
A mi me pareció muy ñoña. Una de esas pelis políticamente correctas que hacen creer a los gafapastas que están viendo cine independiente, cuando es otro título dirigido específicamente a una cuota de mercado.
Publicar un comentario