lunes, 10 de octubre de 2011

De Dioses y Hombres


Propone: Altea
Comenta: Pepe

Igual debería dejar la costumbre de poner nombre a los comentarios con títulos de otras películas, para que no os llevéis a engaño o confusión. El caso es que hoy venimos a comentar, casi con reverencia, la genial película de animación La princesa Mononoke, del ya universal director nacido en Japón Hayao Miyazaki.


En realidad el título se lo ponemos no porque nos recuerde al film francés protagonizado por monjes cistercienses, sino porque la película, basándose en antiguas leyendas del folklore japonés, y con un aliento ecologista y pacifista, nos enfrenta a un momento crucial de casi todas las leyendas épicas que en el mundo han sido: El despertar del hombre y el ocaso de los dioses; el paso de un mundo entroncado con la espiritualidad, lo esotérico, lo mágico y lo telúrico, los sentimientos y lo natural, a otro dominado por la razón, la mecanización y la técnica. De cómo ese enfrentamiento puede generar dolor y destrucción nos han hablado muchos autores antes, pero aquí de lo que se nos habla es de la posibilidad de que lo que surja sea hermoso y enriquecedor para ambas partes. Y aunque el final no es el happy-ending a lo Disney que podríamos esperar, está lleno de esperanza y de futuro.



En este caso la oposición de la que hablábamos está muy claramente centrada en los personajes femeninos principales. Miyazaki es experto en poner a mujeres fuertes al frente de sus historias, y aquí tenemos dos personajes magníficos que se alejan del tópico de la princesa y la malvada de la animación tradicional. Por un lado tenemos a la heroína de la historia, San, la chica-lobo, defensora del bosque, la princesa a la que hace referencia el título. Una princesa guerrera que se nos presenta (al espectador y al protagonista masculino) montada en un enorme lobo, y que lo primero que hace es chupar la sangre de la herida de su madre loba. Por otro lado tenemos a Lady Eboshi, la líder de la ciudad del hierro, que amenaza con destruir el bosque para poder extraer más mineral. Lady Eboshi no es tampoco una villana al uso, ya que sus razones no son del todo innobles, acoge leprosos y redime prostitutas, y sólo acepta el trabajo sucio que le propone el emisario del emperador para proteger su ciudad de la invasión y el saqueo. Y en medio de las dos, casi en una especie de triángulo amoroso no exento de cierto erotismo, el príncipe Asitaka, que intentará con todas sus fuerzas cumplir la misión que se le ha encomendado, que no es otra que mirar sin odio, comprender y hacer que las partes en conflicto se comprendan mutuamente, y de paso salvar la vida.



Esta es sólo una de las cosas que me sugiere una película como esta, tan llena de capas de sentido, abrumadoramente hermosa y compleja. Otras muchas hipótesis para analizar son factibles, espero que abramos alguna en los comentarios, para no extendernos demasiado ahora. De la técnica y la estética de Miyazaki ya hablamos en su momento con ocasión del comentario de El viaje de Chihiro. Permitidme sólo que mencione a Joe Hisaishi, autor de la música del film, que firma aquí una espléndida partitura que aúna lo épico con lo intimista, de la que os dejo con un fragmento. Y, por supuesto, permitidme recomendaros encarecidamente el visionado de esta película.

15 comentarios:

J. Antonio dijo...

La verdad es que aunque la película me gustó, leyendo tu comentario me he dado cuenta que se me han olvidado bastantes cosas de ella. Es fantasía en estado puro y con unas referencias culturales ajenas a lo que estamos acostumbrados y por eso son necesarios varios visionados para asimilarla, como me pasó con El viaje de Chihiro.

Pepe dijo...
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Pepe dijo...

Ciertamente, con un segundo visionado le sacas un montón de jugo. Yo volví a verla el domingo para escribir el comentario y le vi un montón de cosas en las que no había reparado. También es cierto que en el pase "oficial" estaba muy cansado y eché una cabezadita, pero no se lo digas a nadie...

J. Antonio dijo...

Uy,¿y el censurado?

Pepe dijo...

Nada, nada, decía lo mismo que el comentario que ha quedado, sólo que con una falta ortográfica flagrante, de esas que hacen daño a la vista, así que me vi obligado a autocensurarme...

JULI dijo...

Pues a mi me pasa lo mismo que a Jose Antonio, que no me acuerdo de muchas cosas de ella. Es más, si rebusco en mi memoria se confunde con la del Viaje de Chihiro. No obstante, yo no me dormí viéndola y fue divertido el rato que la estuve viendo, aunque me da muchísima pereza un segundo visionado tan pronto.
¡Qué poco oriental estoy últimamente!

Rubén dijo...

Quisiera añadir que el paso que comenta Pepe del mundo de los dioses al ciéntifico de los humanos recibe el nombre de: el paso del mito al logos. Con estas dos palabras griegas se hace referencia a la irrupción de la ciencia en el mundo para enterrar las doctrinas religiosas sobre el devenir de aconteceres mundanos (incluído su formación).
Y generalmente todas las culturas miran con cierta nostalgia esa "aurea aetas" donde los dioses convivían con los hombres en armonía.

Pepe dijo...

Es que para mi es un tema capital de cualquier mitología, y está presente en multitud de culturas y en los relatos contemporáneos que las adaptan (en mente tenía la tetralogía de Wagner o los mundos de Tolkien, por ejemplo)

Rubén dijo...

Si se me permite divagar, al hilo de lo que comentaba Pepe. ¿No resulta curioso que todas las culturas, de ámbitos no sólo indoeuropeos o mediterráneos, sino también africanos y amerindios, aborígenes australianos y demás hayan mencionado una "aurea aetas"?

¿Qué ha llevado a los padres de las sociedades, a nuestros ancestros, a los habitantes de los albores de la Humanidad, a relatar todos una Edad Dorada?

El propio Tolkien, por hablar de un creador de cosmogonías actuales, describe un período donde los Valares conviven en un tiempo con criaturas del mundo.

Pepe dijo...

Pero Tolkien bebe de la misma mitología que Wagner, no? De las leyendas germánicas, por lo menos el objeto es el mismo, un anillo. Y el momento que relata Mononoke es el mismo que el de la trilogía tolkienana y la tetralogía wagneriana, cuyo final de hecho se llama "el ocaso de los dioses".

Y me viene a la mente que el prólogo de 2001: una odisea del espacio se llama "El amanecer del hombre", pero creo que esto no tiene nada que ver con lo que hablamos, pero puestos a desvariar...

Rubén dijo...

Tolkien era Filólogo Germánico, especializado en Inglesa y bebe de las mismas fuentes, evidentemente.
Si la de "2001" es el amanecer del hombre, la música, como supongo que todos sabemos, es el "Así habló Zaratustra", y fue Zoroastro el reformador de la religión avéstico-irania que supuso el fin del politeismo de origen indoeuropeo y el afianzamiento del mazdeismo que supuso un ocaso de los dioses y una religión quizá más humana y menos divina.
Por cierto, el nombre en germánico para ese momento es el "ragnarök"

JULI dijo...

Tú supones mucho. He hecho una encuesta preguntando si saben que la música de 2001 la compuso Zaratustra y a nadie le suena. Es más, muchos dicen que es de Beethoven, otros que es del de la Guerra de las Galaxias (John Williams) y alguno apunta que de Wagner, pero le confunde el hecho de que el desembarco de Apocalipsis Now tenga la música de Las Walkirias.

Pepe dijo...

Pues la población de tu encuesta quizás deba ser revisada...En realidad, la música de 2001 (la del principio) es de Richard Strauss, "Así habló Zaratustra" es el nombre de la obra, extraído de un texto de Nietsche, creo. Pero no te preocupes, que no voy a hablar de filosofía, que sé que te pone nervioso.

Y no, no es el Strauss de El Danubio Azul (que también suena, más adelante, en la misma película).

Ahora decidme que tiene todo esto que ver con Mononoke, que de tanto desvariar he perdido el rumbo...

Rubén dijo...

Pues venía al caso de que el despertar de los hombres siempre lleva parejo el ocaso de los dioses; y esto es tan antiguo como el paso del mito al logos que decíamos en un comentario anterior. Y Zoroastro anticipó la caída de los dioses con mucha antelación al reformar la religión iranía al fundar el Mazdeismo, tan monoteista él.
No puse el autor de la obra musical bien porque pensaba (ya no diré suponía) que era conocido bien porque se me olvidó escribirlo.
Y como dice Pepe, el título está extraido del libro de Nietzsche que se titula así; aunque no trata para nada de este tema, el de Zaratustra. Pero por lo visto a Nietzsche le gustó ese ocaso forzado y rápido de los dioses que precipitó Zoroastro y le sirvió de inspiración en su libro.
En realidad, composición musical es un poema sinfónico.

Rubén dijo...

Por cierto, en mi Facebook he publicado una encuesta para saber si realmente la gente conoce al compositor.