viernes, 15 de junio de 2012

Cuando la autosuficiencia se convierte en pesadilla

Propone: Laura
Comenta: Rubén



Tengo un sueño recurrente cuya acción se desarrolla in media res. Aparezco entrando en un túnel, bien una caverna, bien el pasillo del interior de una pirámide (cosa harto extraña porque nunca he estado en una pirámide), bien un tubo de un parque acuático o cualesquier otros; es un paso angosto y estrecho y en un momento determinado me quedo atascado, sin poder avanzar ni retroceder, con los brazos paralizados por el aprisionamiento y la estrechez del lugar. No puedo mover las extremidades, sobre todo las superiores pues las inferiores sólo me sirven para patalear. Me empiezo a agobiar por culpa de una ansiedad extrema que nace en mí ante la imposibilidad de movimiento y lo que es peor, ante la imposibilidad de salvación, porque no pueden tirar de mí dado que no hay espacio para que los que marchan antes puedan tirar ni margen para que los que van en mi pos puedan socorrerme. Me colapso, me sube el ritmo cardíaco, me sacude el temor a perecer atascado. Me despierto por dicha ansiedad, traspirado, con el corazón acelerado y lo primero que hago es comprobar que puedo mover todos mis miembros, los locomotores y los manipuladores. 

Ante este panorama, cuando vimos 127 horas mi corazón se sobrecogió y no pude disfrutar de la película por su semejanza con mi pesadilla; gracias, Laura. Eso sí, esa noche dormí sin ningún problema.


127 horas es una película del año 2010, dirigida por Danny Boyle (el mismo director de Slumdog Millionaire), protagonizada por James Franco que cuenta la historia real de Aarón Ralston, de una manera tan cercana a la verdad que el mismo Ralston comentó que es tan exacta que es lo más cerca de un documental.

Pero, ¿quién es Aarón Ralston? Es un escalador estadounidense que un día del mes de mayo de 2003 sufre un accidente en una de las grietas del Blue John Canyon de Utah. Su antebrazo derecho queda aprisionado por una roca, dejándolo inmovilizado. Y así permanece durante 127 horas las cuales fue grabando con su videocámara hasta que al final toma una decisión que aunque traumática le salvó la vida.

Aarón era un chico autosuficiente, independiente y autónomo que pasaba de indicar a la gente dónde se iba a practicar su deporte favorito. Un día decide irse al Blue John Canyon, y una vez allí conoce a unas chicas con las que traba cierta amistad, si bien es cierto que se encontró con ellas en la vida real, sólo les indica cómo llegar al lago subterráneo y no se baña con ellas, como aparece en la película; pequeña trasgresión de la realidad que se le perdona al director (se lo perdonó el Aarón real, no lo vamos a hacer nosotros). Después de ese último contacto con seres humanos, sufre el accidente que antes hemos mencionado.



Durante su forzosa prisión, cual moderno Prometeo encadenado a una roca, se enfrentará a sí mismo, a su propia capacidad de superación, sufriendo día tras día (hasta un total de cinco) una inmovilidad, una escasez de agua, unos delirios..., planteándose muchas cosas de su vida pasada y hasta del porvenir. Pensando cómo salir de tal situación con la única ayuda de su navaja multiusos, y finalmente decide una arriesgada decisión. Y todo esto grabando con su cámara sus dolorosos momentos y reflexiones.


La grabación existe, y el propio Aarón escribió un libro: Entre la espada y la pared, al año de su accidente. Por cierto, el muchacho, en una muestra de superación personal, todavía escala.

La película, a pesar de estar nominada a varios premios, entre ellos en seis categorías de los Oscars y en ocho de los BAFTA por mencionar algunos, sólo ganó el premio al mejor actor, James Franco, en los premios Independent Spirit en el año 2010.

2 comentarios:

J. Antonio dijo...

Para mi gusto, una peli correcta pero sobrevalorada. Danny Boyle tiene cosas mejores, aunque también peores. Y para mi James Franco siempre será Harry Osborn.

JULI dijo...

Pa habernos matao!