lunes, 9 de marzo de 2015

Un buen comienzo para un buen final

Propone: David
Comenta: Pepe

Decía nuestro compañero comentarista Rubén en su anterior comentario, a propósito de El vientre del arquitecto, que una película que empieza con un polvo le echa para atrás por considerarlo un recurso fácil para atrapar al espectador. Cierto es que el sexo vende y que todos, en mayor o menor medida, nos dejamos engatusar y compramos. Leyéndole entonces, sin embargo, pensé en el polvo que abre la peli que hoy nos ocupa. Una escena soberbia que nos prepara para una historia sórdida y negra, muy negra, pero a la vez tremendamente atractiva, en la que las más bajas pasiones mueven el mundo de los personajes: El poder, el dinero, las adicciones, el sexo,... Todo eso está en esa primera escena, en ese primer polvo y la conversación del “cigarrito de después” entre Philip Seymour Hoffman y Marisa Tomei, rodado con precisión y maestría por Sidney Lumet. Dicen que la secuencia que abre una película debe dejarnos claro qué vamos a ver, que una buena historia en su primera escena contiene su “manifiesto”.  En este caso, pues, podemos decir y decimos que un polvo es un gran comienzo.


Un comienzo que no defrauda a posteriori como ocurre demasiado a menudo. Además de la labor de Sidney Lumet, al que ya tuvimos ocasión de admirar en 12 hombres sin piedad y Tarde de perros, no podemos dejar de reseñar la labor de los intérpretes que del primero al último están estupendos en sus papeles. El tristemente desaparecido Philip Seymour Hoffman y el no siempre tan solvente Ethan Hawke interpretan a los hermanos protagonistas. Junto a ellos destaca la mujer que comparten, una magnífica Marisa Tomei en plenitud que se come literalmente la pantalla, y algunos secundarios de auténtico lujo como Albert Finney.

Así, poco a poco, sin prisas pero sin aburrir, sintiéndose seguro de su historia y sus actores, Lumet va construyendo con rigor y oficio un film lleno de crudeza que recuerda a clásicos como Atraco perfecto (Stanley Kubrik, 1956) o La jungla de asfalto (John Huston, 1950). Una de esas cintas en las que queda claro que lo que vamos a ver es un auténtico camino a la perdición en el que la redención podrá atisbarse al final del viaje, pero a menudo será solo una ilusión. Como dice el título, al final podrás pasar media hora en el cielo, o acaso conocer los cinco minutos de gloria que todo el mundo merece, pero tarde o temprano el diablo se enterará de que has muerto y reclamará lo que es suyo por derecho.


Antes de que el diablo sepa que has muerto fue la última película que dirigió Lumet antes de su muerte en 2011. Un magnífico colofón para una carrera llena de títulos imprescindibles.


3 comentarios:

Juli dijo...

Marisa Tomei se come la pantalla y algo más, aaaaay golosona!

Rubén dijo...

Es una buena historia que se va de las manos.

J. Antonio dijo...

Yo había olvidado el polvo del principio. No porque la escena fuera mala, sino porque mi mente ha retenido toda la gran historia posterior.