Propuso: Miguel
Ciclo: I
Rememora: José Antonio

¿Os han regalado alguna extraña planta últimamente? Cada vez son más quienes se quieren apuntar a estas sesiones de cine Golfa. Están por todas partes.
Un grupo de amigos se reúne cada semana para poner una película, que siempre es una sorpresa salvo para el que la elige, desde diciembre de 2005.
Parece que en este ciclo nos ha dado un poco por las relaciones familiares, un tema que de tan jugoso que es se quedó en bastante poco cuando vimos Familia Rodante, pero de eso ya nos ha hablado, y muy bien, José Antonio. También Hacia rutas salvajes, El hijo de la novia e incluso En bandeja de plata o Matar a un ruiseñor, de las que hablaremos próximamente, exploran las enmarañadas ramas de los árboles genealógicos desde distintas perspectivas.
Aquí de lo que vamos a tratar es de Familia, a secas. Se trata de una película de 1996 que supuso el debut en la realización de Fernando León, que pasó el examen de la opera prima con muy buena nota y luego nos ha ido regalando una serie de películas con una temática más social como Barrio (1998), Los lunes al sol (2002) o Princesas (2005). Todas muy chulas.
Fernando León venía de una fructífera carrera como guionista de cine y TV, y eso se nota, ya que el punto fuerte de la película es precisamente su guión, cómo va hilando las situaciones para producir escenas que pueden hacernos reír, emocionarnos o crisparnos… y sobre todo, y eso es muy de agradecer en los tiempos que corren, sorprendernos con hábiles giros en la historia. Así que si no has visto la película, te recomiendo que te saltes el siguiente párrafo, en el que la destripamos un poquito.
En Familia, un grupo de actores es contratado por un excéntrico solitario (Juan Luis Galiardo) para que se hagan pasar por su familia en el día de su cumpleaños. Lo más interesante de la película es cómo combina los diferentes niveles del relato. La familia ficticia y sus relaciones se solapan con las relaciones verdaderas de la compañía de actores, que también forman una peculiar familia, cuyas reacciones son al fin y al cabo tan ficticias, tan sujetas a convenciones, como las de los personajes a los que interpretan.
En mi opinión, eso es precisamente lo que la película se pregunta, si en las familias estamos permanentemente interpretando nuestro propio papel, si hay un guión al que nos ajustamos, si, en suma, todo es un puro convencionalismo, o dicho de otro modo, una mera representación. Yo no me atrevo a responder, pero añadiré que, como creo que diría el protagonista de la película, por muy convencional, extraña, ficticia o peculiar que sea tu familia, siempre es mejor eso que pasar solo el día de tu cumpleaños.
Sólo una cosa más, dedicada a Iván y a modo de corolario: Estas cosas me vinieron a la cabeza mientras me divertía viendo Familia. En Familia Rodante miraba el reloj.
¿Qué se puede decir de una película de la que se ha dicho ya tanto? Referente indiscutible del cine de las últimas décadas, Blade Runner (Ridley Scott, 1982) es una de esas películas imprescindibles que en el momento de su estreno pasó más o menos desapercibida para convertirse con el paso de los años y por derecho propio en el ejemplo más claro de eso que los críticos llaman película de culto.
Todo transcurre en el ambiente asfixiante de una gran ciudad del futuro cercano (cada vez más cercano) donde un policía desencantado se dedica a perseguir androides mientras sospecha que las máquinas que “retira” tienen al menos tanta humanidad, si no más, que él mismo. Con referencias al cine negro clásico (mujer/androide fatal incluido) y con una nueva visión de la ciencia ficción a años luz de los asépticos entornos del 2001 de kubrich y similares, la película nos introduce a través de una hipnótica banda sonora firmada por Vangelis, en los sentimientos y sensaciones del protagonista, en su peripecia interior, articulando a la postre toda una reflexión sobre aquello de lo que habla el arte desde el principio de la humanidad: Vida, amor, muerte, eternidad, …
Como curiosidad, diremos que la película se ha estrenado ya en tres versiones distintas a lo largo de sus 25 años largos de vida. En 1992 se estrenó un montaje del director, que es el que vimos en el cineclub, que prescindía de la voz en off de la primera, incluía la famosa escena del unicornio (que da pistas sobre la verdadera identidad del protagonista) y dejaba un final más abierto, en lugar del happy end de 1982, que fue impuesto por la productora. En 2007, se conmemoró el 25 aniversario con un “final cut” que es, a parte de una escena nueva más bien prescindible, una remasterización de la película del 92.
Surge un mientras tanto y de repente personajes van llenando la pantalla:
La abuelita en un centro especial para personas aquejadas de Alzheimer.
Son los novios.
El hijo de la novia, que da título a la película. Es un tipejo bastante asqueroso, adicto al móvil y al trabajo.
Naty, la Verbeke, la novia del hijo. ¿Cómo puede estar tan enamorada de alguien que pasa tanto de ella? ¿Es real el tópico de que cuanto más pasas de alguien y más lo puteas, más se cuelga de ti?
La nieta de la novia. Habla con tal acento argentino que no se le entiende una mierda.
La exmujer. Ha rehecho su vida con un tipo que va a comprar comida con pantalones cortos y calcetines largos. A veces parece que recuerde la frustración que le supuso enamorarse del exmarido.
El psiquiatra. No sale ninguno, pero como todos son argentinos, todos están o han estado en terapia. Además, todos ellos son un poco psiquiatras o psicólogos.
El amigo de la infancia: va perdido por la vida y se reencuentra con el protagonista. Es el típico graciosillo.
Y se van sucediendo escenas: que si el trabajo de Rafa (Ricardo Darín, el hijo de la novia), que si las visitas del viejito a su viejita, etc, hasta que se plantea la causa principal de la película: el anciano quiere casarse con su mujer, pero esta vez por la iglesia. Y como dijo Cervantes en la obra cumbre de la literatura mundial: amigo Sancho, con la Iglesia hemos topado.
A mitad de película, la transformación: Rafa tiene un infarto y de pronto, ya no le interesa el trabajo: le interesa la vida, su vida, los suyos. Por arte de magia, ahora es un tipo estupendo, encantador, jovial, divertido, y que pone ante todo a los suyos, a la gente que quiere. Vamos, como yo.
Todos sabemos que debemos trabajar para vivir, y no vivir para trabajar, aunque a veces queremos llenar huecos de la vida trabajando porque sintamos que está vacía (qué cosas más profundas digo!).
Sigue la película, blablabla, y al final, lagrimones de emoción.
Como reflexión personal, diré que la película es preciosa, muy bonita, y el drama de esta historia (el alzheimer) está tratado con una ternura exquisita, aunque la primera vez que la vi, se me caían unas lágrimas como puños y esta vez no. Aunque eso es una cuestión fisiológica y se debe a que actualmente, debido a mi reciente operación de alargamiento de …, ¡uy! quiero decir, mi reciente operación de la vista, lloro de fuera hacia dentro, con lágrimas artificiales para lubricar mis globos oculares, pero eso es otra historia.